Memories
I. Se llamaba Christine y de soltera se apellidaba Göbler. Hoy está muerta. Decidió suicidarse después de pasar algunos años enferma. Una depresión grave le llevó a quitarse la vida un mediodía del 7 de octubre de 1985 en el número 13 de la carretera de Falkenberg en Berlín Oriental. Todavía no había caído el Muro.
II. Dicen que con el tiempo los rostros de los que han fallecido van borrándose, se desdibujan, sus contornos se confunden, dejan de tener nitidez, hasta que se olvidan. No hay nada más frustrante como querer recordar a alguien que se ha perdido, querer revivirle de algún modo por un momento, y no poder hacerlo. Un momento, uno solo, tan decisivo como fue ese mediodía del 7 de octubre de 1985 en la vida de Seiichi Furuya y también en sus fotos, tan decisivo como algunos afirman es el instante de la fotografía, pero ¿qué instante? El del fotógrafo cuando dispara la cámara o el del que mira la fotografía, el que nota la punzada, el punctum, el alfiler que se clava entre los ojos.
III. Las fotografías son un aparato de la nostalgia, una máquina de fabricar recuerdos. No es ella, o no solo, porque las imágenes que vemos se hicieron en un tiempo concreto y ahora, por ese instante que fue tan decisivo, han adquirido otro significado muy diferente al de cuando se tomaron. Pretendían ser un retrato y son un autorretrato. Autorretratarse a partir del otro, utilizándolo como un espejo, porque el relato no es el suyo, el de Christine, sino el propio, el que Furuya muestra de su vida con ella y sin ella, ocultándose y desvelándose, y también es el relato que imaginan –y, al mismo tiempo, el que él piensa que imaginan– los que reciben la punzada y desean completar esos fragmentos que son los recuerdos y construir otros, queriendo sentir lo que creen que sintieron y sienten ellos. No es sólo ella.
Translated by Dena Ellen Cowan
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