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Thomas Dagg

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Thomas Dagg. Star Wars, 2014. Courtesy of the artist

Star Wars

Recuerdo cómo me llevé a casa cada una de las tres películas del Blockbuster local. Recuerdo el primer juguete de Star Wars que me regalaron: Boba Fett. Incluso llegué a desgastar las cintas por verlas cada día a la salida de clase. ¡Demonios!, puedo citar más o menos toda la trilogía palabra por palabra.

Recuerdo todas y cada una de las figuras y naves de Star Wars, su nombre, cómo y cuándo las conseguí y su papel en mi imaginación. Puedo poner cada una de sus pistolas láser o misiles en los personajes y en las naves correctas. Me dieron mis primeros puntos fabricando un casco para un guardia de asalto y aprendí cómo priorizar y ahorrar. Absorbía cualquier cosa de Star Wars… Era mi vida.

Recuerdo todas y cada una de las figuras y naves de Star Wars, su nombre, cómo y cuándo las conseguí y su papel en mi imaginación

Gran parte de la angustia de mis padres en ese momento, se puede vincular con Star Wars. Mi historia favorita es cómo conseguí a Chewbacca. Yo tenía ocho años y había ingerido bastantes productos lácteos. El médico estaba de pie junto a mí mientras yo estaba sentado allí hasta arriba de epinefrina. Me dijo que tenía que beber carbón líquido para vomitar. De ninguna manera me iba a beber ese líquido asqueroso. Les dije que podría beberme el líquido negro horroroso si, y sólo si, conseguía a Chewbacca. Al fin y al cabo, era el siguiente de la lista de personajes necesarios para satisfacer mi imaginación y requisitos de ocio. Por supuesto, qué padre podía negarse a una demanda tan tonta de un hijo moribundo… Ya os podéis imaginar que, desde ese día, Chewy se sienta en mi escritorio; un recordatorio de mi chantaje a los ocho años.

Cada una de las películas, figuras, o barcos tuvo una importancia increíble en mi infancia. Quería honrar este impacto creando una serie que mostrara lo que veía cuando jugaba con mis juguetes en aquellos años.…

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