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Teun Hocks

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Hocks

Teun Hocks. Untitled, 1999. 108 x 132 cm.

Teun Hocks o la melancolía del virtuoso

“Quizá sólo sería auténtico el arte que se hubiera liberado de la idea misma de autenticidad, del ser así y no de otra manera”

THEODOR W. ADORNO, FILOSOFÍA DE LA NUEVA MÚSICA

“De una figura también se dice que es una imagen. Y también de una imagen se podría decir que es una figura, pero ninguna de las dos es una igualdad. Y precisamente porque pertenece a un mundo ordenado no según la igualdad, sino según la figuralidad, se puede explicar la fuerza de sustitución, el efecto imponente, de imitaciones oscuras y poco semejantes…”

ROBERT MUSIL, EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS

Probablemente no sería en exceso complicado arribar a un aceptable consenso en lo que se refiere a la “voluntad narrativa”, de tan presente y optimizada como se encuentra en el momento actual, de las prácticas artísticas contemporáneas -y el decidido entrecomillado con que hemos querido enunciarlo bien serviría para significar su ambición descriptiva, su briosa inmersión en una narratología feraz de los hechos y las cosas. Si bien más que voluntad sería más correcto y oportuno hablar de necesidad, toda vez que su razón de ser y desarrollo quizá no esté tan unido, como en una primera impresión bien pudiera parecer, a una querencia de vocación y perfil modal y estilístico, que también y ello es contingentemente innegable, como al hecho más que posible, diríamos casi obligatorio, que esa misma voluntad o necesidad vendría significada por los propios rasgos epocales, propios de la obsesiva utilización de la expe-riencia existencial, casi siempre en su vertiente más privada o doméstica, del sujeto contemporáneo.

Illustration
Teun Hocks. Untitled, 2003. 143,6 x 122,5 cm. Págs. 44-45: Untitled, 1999. 108 x 132 cm.

Si estamos dispuestos a aceptar esta premisa, a medias entre el estilo y la época, de que ya todo es simbología narrativa, y con ello la confirmación de lo que al respecto opinaba Benjamin, toda vez que lo que revela el símbolo es “la transfiguración de la naturaleza en la luz de la redención”, y consiguientemente el progresivo deslizamiento de todas las jerarquías privadas, íntimas o domésticas, hacía una “forma de Verdad” que se caracteriza esencialmente por estar desposeída de cualquier atributo esencialista. La Verdad contemporánea, la “verdad artística”, para entendernos, posee los rasgos de una naturaleza laica, voluble y manipuladora, pero ya, definitivamente, es la única Naturaleza que, aún fatigosamente, podemos utilizar como espejo para nuestra propia contemplación.

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