Escándalos domésticos
Un armario lleno de bolsas de plástico blancas con rayas rojas; recipientes de plástico para la sal y la pimienta; un flamante radiocasete delante de una puerta corredera adornada con la reproducción de una pintura faux tradicional; un felpudo blanco, de los baratos; una papelera en una esquina; una grapadora sobre una mesa, como si hubiesen salido de la escena de un delito, sobrios, bien iluminados y precisos. Pero los objetos de estas fotografías, por mucho que los miremos, no muestran ningún rastro de haber sido usados ni revelan secretos sentimentales. El hogar en las fotografías de Takashi Yasumura no es el escenario de los traumas emocionales de telenovela, a pesar de lo que parece sugerir el título con ironía. Las brillantes superficies de plástico producidas en serie no esconden pistas acerca de un escándalo, sino que ellas mismas son los escándalos.
El fotógrafo treintañero Takashi Yasumura tomó estas imágenes en el hogar de su familia de clase media en Japón. El escándalo que documentan es la lenta erosión de los estilos de vida tradicionales en su país, el triunfo global de lo que conlleva el estilo de vida de la clase media en Occidente y sus promesas de modernidad y comodidad. Las fotografías revelan las yuxtaposiciones deliciosamente absurdas de la tradición y un estilo de vida occidental imaginado que domina en Japón, así como en gran parte del resto del mundo, cada vez más. Cada objeto es una alegoría de los conflictos que, con toda probabilidad, esté generando: el radiocasete señala una rebelión por parte de adolescentes consumistas propiciada por la música pop; los recipientes para la sal y la pimienta cuentan que costumbres y rituales, un elemento básico de la vida familiar en cualquier parte, están perturbados por los anhelos de la facilidad casual y la homogeneidad fiable del sabor de la comida rápida.
Pero el decorado austero de las habitaciones, la ubicación precisa de cada objeto, la desasosegante y fastidiosa pulcritud delatan una sensibilidad estética que es totalmente ajena a estos objetos que encajarían con mayor naturalidad en cualquiera de las decrépitas cafeterías de carretera de William Eggleston.…
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