Ventanas
La idea de hacer una película, o películas, mirando a través de ventanas, se me ocurrió por primera vez al ver una película de Rainer Werner Fassbinder. Creo que era Whitey. En ella había una toma larga en la que se pasaba de un personaje a otro mientras estaban sentados en los extremos de una mesa, conversando. En el espacio que había entre los personajes, había un cuadro de un paisaje. La cámara mostraba el mencionado paisaje al pasar de un protagonista a otro. Recuerdo que pensé en ese cuadro como una “ventana” a otro mundo y también que mientras yo, como espectador, era consciente de ello, los personajes de la película de Fassbinder en ningún momento reparaban en el cuadro.
Para Fassbinder, este elemento suponía una manera eficaz y efectiva de relatar al público la conexión implícita e indispensable entre sus personajes y el paisaje alemán. Para mí supuso darme cuenta de pronto de mi relación con el país en el que llevo viviendo exiliado veinte años. La identidad de un exiliado está atrapada, si se quiere decir así, entre el “aquí” y el “allá”. “Aquí” es en la “tierra de nadie”, una zona intermedia, de tránsito permanente, un estado de no pertenencia. “Allá” es una búsqueda constante de un horizonte que se desdibuja; lo que antes era la cálida idea de “hogar”, ahora se reduce a tan solo un recuerdo nostálgico. Esta experiencia de desplazamiento y distanciamiento convierte al exiliado en un público virtual.
Tanto en el cine como en la pintura se han utilizado las ventanas como metáfora, abriendo para el público un mundo representativo que va más allá de los planos visibles. Una ventana da la idea de una mirada, de ver, de un acto voyeurístico intrínseco. Es el dilema del exiliado, es como si el mundo que aparece ante él estuviera al otro lado de una ventana.…
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