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Sage Sohier

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Sage Sohier. Vicki and Leer, Boston, Massachusetts, from the Animals series, 1992. Courtesy of the artist.

Animals

A mi hermana y a mí prácticamente nos criaron unos caniches a las orillas del río Potomac, en Virginia. Tulu era un caniche estándar blanco y Folly, la primera mascota de mi madre de adulta, era un caniche mini negro. Folly pasó años acompañando a mi madre al Stork Club de Nueva York, donde le dejaban sentarse en la barra en su cojín rojo de felpa.

Unos años después de que los caniches hubieran tomado el mando, llegaron dos terriers de Norwich, para gran desdén de los caniches. Pese a ser pequeños, Snuff y Biscuit eran muy enérgicos, perros grandes en cuerpos pequeños. Aunque yo adoraba a los caniches (que, al fin y al cabo, ejercían de padres), los terriers se convirtieron en mi pasión. Admiraba su independencia. Si mi madre lo llamaba, Snuff miraba hacia donde estábamos y luego salía disparado en la dirección opuesta. Desatendía las órdenes de mis padres con un descaro ejemplar. Los perros eran el centro de nuestra vida familiar, el eje que hacía que nuestra convivencia fuera placentera.

Sage Sohier. Whippet jumping over Whippet puzzle, Plympton, Massachusetts, from the Animals series, 1992. Courtesy of the artist.

Entonces llegó Felix, una cría de arrendajo azul cuyo nido habían destruido unos cuervos. Lo recogimos, lo metimos en nuestro porche cerrado y lo alimentamos con un gotero. Con el tiempo, Felix empezó a revolotear por el porche, así que no tardamos en quitar una de las pantallas. Salía volando a explorar el mundo y luego volvía para que le diéramos de comer. A medida que avanzaba el verano, fue ganando independencia, pero de repente aparecía de la nada, se nos posaba en los hombros y nos acariciaba las orejas. Cuando estábamos en la piscina, se nos posaba en las manos y se daba un baño. Era un pájaro curioso, cariñoso y listo. Solían llegarnos noticias de vecinos de todas partes que hablaban de un simpático y confiado arrendajo azul. Cuando por fin un día, un año más tarde, Felix no volvió, nos consolamos imaginando que habría encontrado una compañera, en vez de que le había sobrevenido la muerte.

Sage Sohier. Mother and daughter with Vizslas at the dining table, Sterling, Connecticut, from the Animals series, 1992. Courtesy of the artist.

También mis abuelos tenían mucha experiencia con los animales. Cuando mi abuelo era joven, su padre lo había abandonado, solo, en los bosques del norte de Quebec, donde había pasado muchas noches en soledad escuchando los aullidos de los lobos.…

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