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Roger Ballen

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Ballen

Roger Ballen. Portrait of Sleeping Girl, 2000, from Outland, 2001. Courtesy of the artist

Shadow Chamber

Ballen crea un mundo que parece sometido a la lucha a muerte y a la marginalización terminal. Los espacios de esta nueva serie son similares a los interiores iluminados de manera uniforme que encontramos en sus imágenes previas, pero los espacios parecen todavía más inquietantes y desconcertantes, sitios que sabemos que existen pero que son difíciles de ubicar. Piensa en los interiores geométricos súpra atenuados de las primeras pinturas de Francis Bacon: todos muy lógicos, pero del todo imposibles, con unas figuras eternamente confinadas a espacios irracionales. Y entonces, como en las obras de Samuel Beckett, encontramos esas mesas solitarias y cubos de basura colocados en escenarios oscuros, y esas paredes desnudas recién despojadas de todo rastro de memoria humana y salvación. Interiores para la encarcelación de almas desesperadas, lidiando con la “vulnerabilidad, la trampa, el caos y la descomposición”. “Inexorablemente significativos, aunque resistentes a la lógica”, los personajes son actores sin público, que exteriorizan su angustia, reducidos a la “forzada extraversión de toda interioridad”. Ya no se trata de una expresión documental en el sentido más clásico; el trabajo de Ballen explora los márgenes verdaderamente no fotografiables de la condición humana, donde todo es posible y las superficies casi no cuentan o fluyen constantemente.

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Roger Ballen. Juxtaposed, 2004. Courtesy of the artist
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Roger Ballen. Cat in Box, 2002, from Shadow Chamber, 2005. Courtesy of the artist
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Roger Ballen. Child under Chest of Drawers, 2000. Courtesy of the artist
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Roger Ballen. One Arm Goose, 2004, from Shadow Chamber, 2005. Courtesy of the artist

Ese estilo documental le va muy bien a Ballen. Utiliza los tradicionales dispositivos de la objetividad y un enfoque neutral para construir sus alegorías de experiencias vividas y visiones surrealistas del destino de la humanidad. Y la visión resulta abrumadora. El mundo ha sido reducido a una serie cerrada de celdas herméticas ubicadas en alguna institución psiquiátrica global sin guardas ni vigilantes – un panóptico en algún centro de tratamiento terminal y sin esperanza. Figuras echadas sobre un suelo de cemento, mal comidas, sentadas en sillas encadenadas a tuberías, mirando hacia el rincón, se esconden en cajas, se agachan detrás de las mesas y acuclillados se tapan la cabeza con su camiseta. Boquiabierto, como gritando de forma maniacal, un joven sostiene una caja con un dinosaurio de juguete dentro; otro joven aguanta con determinación una bolsa en la que hay un pájaro dibujado y de la que cuelga un pollo muerto.

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