post_type:dossier
Array ( [0] => 81548 [1] => 81549 [2] => 81550 [3] => 81551 [4] => 81552 [5] => 81553 [6] => 81554 [7] => 81555 ) 1
size_articulos_ids: 8
Current ID: 81552
Current pos: 4
Articulo anterior: Mitch Epstein
Articulo siguiente: Enrique Marty
prevID: 81551
nextID: 81553
anterior

Richard Billingham

siguiente

Richard Billingham. Untitled, 1995, from series Rays’s Laugh. Courtesy of the artist, La Fábrica, Madrid, and Anthony Reynolds Gallery, London

Tabaco, cerveza, perros y gatos y otros animales

Todas vocaciones, y más si son artísticas, responden a veces a circunstancias que ni la hermenéutica más osada alcanzaría a interpretar. En el caso de Richard Billingham (Birmingham, 1970), la apuesta por el arte ya estaba lanzada, pero su orientación hacia la práctica fotográfica, y su éxito progresivo, tienen su deuda asumida con la pintura. Fue una numerosa sesión de instantáneas familiares, tomadas en 1995 con el objetivo de convertirlas después en cuadros, lo que llevó al entonces estudiante de bellas artes a convertirse en ejemplo representativo de la estética inglesa de los 90 y del fenómeno de los Young British Artists.

Richard Billingham. Untitled, 1995 from series Rays’s Laugh. Courtesy of the artist, La Fábrica, Madrid, and Anthony Reynolds Gallery, London

Fenomenología y coyunturas al margen, las fotos de Billingham nos muestran la intimidad y el ambiente de su hogar. Sus padres, Raymond, un risueño bebedor empedernido, y Elizabeth, una cariñosa fumadora compulsiva, junto a su controvertido hermano Jason y a la colección de perros y gatos que deambulan por la casa, son los personajes. El escenario, un totum revolutum que extravía la mirada entre latas de cerveza y ceniceros, entre los objetos decorativos de paredes, mesas y estantes, y la profusión de estampados, ropas y tatuajes. Tal cual, cutre y casual, sin poses ni sofisticaciones. Ésta es mi familia y doy las gracias a ella, parece querer decirnos Billingham.

Después del éxito, vino la calma. La horizontalidad del paisaje, el campo y la ciudad, la composición estudiada, la mirada pausada, las luces y sombras, las tinieblas de Caravaggio… La fotografía es descendiente directa de la pintura, y la vocación del pasado es perseguirnos. Nuestro deber con él, como con la familia, resulta difícilmente revocable.

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete