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Picasso

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Dora Maar. The Stages of Guernica’s Evolution, 1937. Courtesy of MNCARS Collection, Madrid.

Picasso: El Ojo, La Cámara, La Guitarra. Obras inéditas extraviadas

En junio de 1994 el Museo Picasso de París presentó Picasso Photographe 1901-1916, la primera de una serie de tres exposiciones en las que Anne Baldessari, la conservadorada del museo, exploraba la relación del artista con la fotografía. En aquella muestra Picasso aparecía como un prolífico fotoamateur tomando vistas de su propio estudio y documentando los bodegones que allí le servían como modelo. En general esas imágenes aportaban datos de interés sobre su método de trabajo pero no llegaban a evidenciar una voluntad de expresión específica. Sería probablemente más tarde, a través de la amistad con Brassaï y de su relación íntima (1936-1945) con Dora Maar, que Picasso empezó a tomarse más seriamente la fotografía como medio de creación. Sin duda su proyecto fotográfico más ambicioso fue la serie de litografías titulada Diurnes (1962), realizada en colaboración con el fotógrafo francés André Villiers.

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Pablo Picasso, fotógrafo (Photo: André Villiers).
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Petit berger d’Azkaban en train de faire une sieste, suite Nocturne, 1962.

Villiers y Picasso se conocían desde hacía tiempo. Fascinados por la Provenza donde ambos residían, decidieron realizar un proyecto conjunto a base de aplicar découpages compuestos por siluetas de figuras de la fauna y la mitología típicamente picassianas, sobre paisajes y elementos naturales fotografiados por Villiers. Se trataba, pues, de combinar fotogramas a la manera de Man Ray con tirajes fotográficos convencionales.

Fotógrafo y pintor se encerraron durante quince días en el cuarto oscuro que Villiers tenía en Lou Blauduc, una soberbia mansión campestre alquilada, entre Mas Thibert y Salin-de-Giraud, en plena Camarga. Las manadas de caballos y los toros de lidia que pacían libremente en los alrededores probablemente inspiraron muchas de las composiciones. “Diurnes, en fin, posee toda la fuerza experimental de las aventuras plásticas de los surrealistas y al mismo tiempo la carga poética de la sensibilidad mediterránea, la exaltación de las fuentes de su memoria estética, la magia de sus raíces más visionarias. Es como el encuentro de un pastor y de una sirena encima del maletero de un Buick considerado como un ready-made” ha escrito con acierto la profesora Rosalynd Kroll.

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