El viaje como no lugar
Si Marinetti, Boccioni, Carrá, Russolo, Balla o Severini, los futuristas de principios del siglo XX, abrieran hoy los ojos, un siglo después de sus poemas revolucionarios, de cantar la gloria de las máquinas, de festejar los pájaros de acero, de enamorarse de la velocidad como lo más romántico que apuntaba en el futuro…, sentirían cómo se resquebrajan sus ideales y hasta sus pinturas se borrarían. Hoy, en el primer tercio del siglo XXI, hay pocas cosas más aburridas que volar. Los pájaros de ruido y fuego son simples autobuses llenos de tristes ejecutivos o de vulgares turistas. El romanticismo de la velocidad, el sexo de las turbinas, hoy no interesa a nadie. Hay pocos lugares más feos, vulgares, opresivos, más iguales a ellos mismos que los aeropuertos, simples hangares de personas y de máquinas. Si la arquitectura y la civilización han creado un gran y múltiple no lugar, replicado en cientos de lugares iguales, sin olor propio, feo, lugares por los que pasamos todos los días miles de personas, sin dejar huellas, en tránsitos absurdos y mecánicos hacia otros lugares iguales, son los aeropuertos.
Hay pocos lugares más feos, vulgares, opresivos, más iguales a ellos mismos que los aeropuertos, simples hangares de personas y de máquinas.
Peter Fischli y David Weiss son la traducción de aquellos futuristas a la estética de hoy. Porque estas imágenes de los aeropuertos de Zúrich, Berlín, Fráncfort, Nueva York, Tokio, París, Pekín, todos iguales, con esos aviones de Lufthansa, Japan Airlines, Pan Am, Grunne Lines, Quantas, Aeroflot, Air France, China Airlines, similares, en los que cambian los nombres, los colores, con idénticas regulaciones, prácticas y estética, intercambiables todos entre ellos… siguen manteniendo la belleza imperturbable de la máquina. Como dinosaurios en los hangares de los aeropuertos, que no son más que los puertos de los barcos de vela de ayer… inevitable caer en la literatura, en el romanticismo del viaje y de la aventura. Una magia que se rompe si nos situamos en el lugar desde donde Fischli & Weiss tomaron la foto: las salas vulgares y anodinas de cualquiera de esos aeropuertos.…
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