post_type:dossier
Array ( [0] => 98761 [1] => 98762 [2] => 98763 [3] => 98764 [4] => 98765 [5] => 98766 [6] => 98767 [7] => 98768 [8] => 98769 [9] => 98770 ) 1
size_articulos_ids: 10
Current ID: 98770
Current pos: 9
Articulo anterior: Ángela de la Cruz. Si no te mata, te hace más fuerte
nextRevistaNum: 7
Revista siguiente: UTOPÍA 7 Tenemos que hablar de latinoamérica98858
Articulo siguiente: Buenos días
prevID: 98769
nextID: 98861
anterior

Paz Errázuriz. Ojos que no ven

siguiente
Paz Errázuriz. Ojos que no ven, 2019. Fotos: cortesía de la artista

Los ojos ven porque tienen memoria, de otra manera solo sería luz que ingresa en sectores del cerebro activándose, transformación de estímulos mecánicos en respuestas bioquímicas. Ver es más que las múltiples conexiones químicas y físicas de las células nerviosas que hay entre el ojo y el cerebro. Para poder observar algo necesitamos tener ideas, emociones, recuerdos que nos asocien la realidad que vemos con la memoria que tenemos sobre esa realidad. Ver es más más que biología, es más que anatomía porque también es la historia de la memoria de cada unx. Los ojos contienen la memoria de un país. Lo que vemos son las imágenes que construyen nuestros ojos y nuestra memoria, hay ojos también en el cerebro. La mirada, la visión, qué vemos o cómo vemos es una preocupación que por siempre ha obsesionado a científicxs, gente del mundo del arte, epistemólogos y feministas.

No hay memoria sin ojos, no hay ojos sin historia y no hay revolución que no sea colectiva

Paz Errázuriz, fotógrafa autodidacta, incansable artista de ojo inclinado y Premio Nacional de Arte 2017, tiene una relación con los ciegos y los ojos de la ciudad. Desde el crudo y doloroso tiempo de la dictadura militar hasta nuestros días, ella ha fotografiado a los ciegos, casi como una obsesión. Las primeras fotografías de Paz fueron a personas ciegas cantando, tocando algún instrumento, pidiendo dinero en sus tazas enlozadas o moviéndose por la ciudad golpeteando con sus bastones el sendero urbano que habían construído. Capturar estas imágenes fue una manera de manifestar su lugar en una sociedad donde reinaba la tortura y el silenciamiento. Una mujer fotógrafa que sale a la calle en una ciudad dictatorial desafiaba la condición de mujer y el mandato patriarcal que las destina al hogar y la amenaza de muerte contra quien se extravíe en momentos de reclusión forzosa. Perder el camino era llegar al infierno. Conocer a sus personajes, sus historias de pasión y resistencia. Estas fotografías de ciegos en la ciudad nos recuerdan que la memoria del pasado continúa en los cuerpos colectivos del hoy, en esas historias que debemos encontrar y arrastrar al presente para interrogarlo. Estos ojos ciegos están aquí en la ciudad para mostrarnos una molestia o quizás una irritación con la cultura que construye una supremacía de lo visual y son una manera de oponerse a los discursos normalizadores de la mirada, para desobedecer lo que te obligan a ver, para abrirse a la posibilidad —en blanco y en negro—, a otras imágenes que no contienen el placer visual que el capitalismo nos enseñó.…

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete