En 1807, Friedrich Hegel publica Fenomenología del espíritu, donde expone su famosa reflexión sobre los vínculos entre “dominio” y “servidumbre”, como parte de las relaciones de dependencia y autonomía que genera la “autoconsciencia” individual y social. Por su parte, en 1949, Simone de Beauvoir da a conocer El segundo sexo, en el que retoma esas complejas interacciones entre dependencia y sujeción, aunque atravesadas por las particulares lecturas de la dialéctica entre “amo” y “esclavo” que planteó en esa época Alexander Kojève, en sus conferencias sobre el filósofo prusiano del siglo XIX. En su emblemático texto, de Beauvoir asume desde una perspectiva crítica las visiones de Hegel-Kojève, llevándolo al ámbito de las reivindicaciones feministas de la posguerra, que ella de alguna manera encabezó y que se extendieron en la segunda mitad del siglo XX -y hasta la actualidad- a los ámbitos académicos, sociales, artísticos.
Traigo a colación esta doble referencia a Hegel y de Beauvoir, porque las propuestas de la artista costarricense Priscilla Monge, han gravitado permanentemente sobre esas ambiguas interacciones entre dominio y servidumbre, amo y esclavo, poder y sumisión. Desde la realización de sus primeras obras a mediados de los años 90 del siglo pasado, Monge se propuso cuestionar algunos elementos dominantes que recorrían a las artes visuales costarricenses, y que pudieran extenderse también al ámbito latinoamericano. Así, en “Soñé que era una pintora que bordaba” (1994), “Manos arriba “(1994), “Sentencias y recetas” (1994) o “Cartas de San Judas” (1995-1996), la artista realizó apropiaciones de la pintura y el bordado, las labores domésticas o cartas de amor, para cuestionar de manera irónica la violencia real y simbólica, así como múltiples estereotipos que se han perpetuado sobre las mujeres en espacios sociales y artísticos. Para ello, recurrió lo mismo a referentes históricos (código penal de Costa Rica en el siglo XIX, creencias religiosas, cultura vernácula) que, a situaciones de violencia cotidiana en el contexto contemporáneo, resignificándolas a través de distintas estrategias estéticas y conceptuales.
En la obra de Priscilla Monge, las relaciones entre dominador y dominado se reconfiguran permanentemente a través de negociaciones y complicidades, pero también de subversiones y resistencias
Cercana a artistas de las segundas vanguardias y del contexto latinoamericano que incorporaron elementos del conceptualismo y el minimalismo a sus propuestas, junto a preocupaciones que han visibilizado la creciente presencia de la mujer y las reivindicaciones del feminismo en los ámbitos artísticos y sociales; Priscilla Monge ha sido, sin embargo, persistente en una evidenciación sutil y compleja a la vez de esos traslapes que se producen entre imposición-sumisión, dominante-dominado, explorándolos más allá de la pose victimizante o la actitud estigmatizante, a través de esas “armas equívocas” en las que -como planteaba Virginia Pérez-Ratton hace unos años- las estrategias desenmacaradoras de esos vínculos de dominación y sumisión, dan paso a una reflexión multivoca sobre las contradiciones humanas, culturales y sociales que las sustentan, antes que al panfleto incendiario y descontextualizado.…
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