post_type:dossier
Array ( [0] => 97600 [1] => 97601 [2] => 97602 [3] => 97603 [4] => 97604 [5] => 97605 [6] => 97606 [7] => 97607 [8] => 97608 [9] => 97609 [10] => 97610 [11] => 97611 [12] => 97612 [13] => 97613 [14] => 97614 [15] => 97615 ) 1
size_articulos_ids: 16
Current ID: 97611
Current pos: 11
Articulo anterior: Manel Esclusa
Articulo siguiente: Maureen Drennan
prevID: 97610
nextID: 97612
anterior

Noor Damen

siguiente

El jardín como subsistencia

«Una de las lecciones más importantes que se puede aprender del jardín es la humildad. Cualquiera que haya cuidado de un jardín familiar, un huerto comunitario o, simplemente, de una terraza o un balcón con maceteros y jardineras ha aprendido a respetar los ritmos de la naturaleza, a obedecer los ciclos de las estaciones, a aceptar que hay un momento para podar y otro para abonar, un momento para sembrar y otro para trasplantar. Ha tenido, en definitiva, la profunda experiencia de no estar solo y de ser insignificante, de interdependencia con todo lo viviente y de humilde aceptación de que la realidad es como es. A las plantas les agrada burlarse de nuestras pretensiones, cambiar nuestros planes y descolocar nuestros proyectos. A veces un esqueje de rosal no prospera en el lugar que le habíamos asignado o las enredaderas se resisten a aceptar nuestra voluntad y trepar por la pérgola. Humildad es la palabra más importante del lenguaje jardinero, pues describe ahora como hace miles de años nuestra relación con la naturaleza: la única manera de dominarla es obedecerla. Esta son palabras de Francis Bacon, quien forma parte de una hermandad casi secreta de jardineros filósofos, aficionados a prestar oídos al genio del lugar, para quienes el significado profundo de plantar es la modestia o, lo que es lo mismo, la gratitud. Hay que vestirse de mendigo para trabajar la tierra. Para acudir a esa «fiesta de lo efímero», por usar la acertada expresión de Michel Baridon, la etiqueta exige enfundarse una camisa vieja y unos gastados pantalones, calzarse las botas, ponerse los guantes de trabajo y cubrirse con un sombrero de paja. Si Dios quiso que la profesión de Adán, el primer hombre, fuera la de jardinero, es porque, como nos recuerda Rudyard Kipling, la mitad de la labor se hace de rodillas.

Verdografía o cómo la naturaleza nos enseña a ser humanos. Santiago Beruete, editorial Turner (otoño 2018)
Illustration
Noor Damen. Delphínium azul, Zand Water Veen, 2001. Courtesy of the artist and ZERP Galerie.

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete