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Nazif Topçuoglu

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Nazif Topçuoglu. Poetry Reading, 2001. Courtesy of the artist and Flatland Gallery, Utrecht

Lectores

Parece como si estas fotografías hubieran sido tomadas del álbum de una niña de otra época. Éstas la muestran con sus amigas. Podemos apreciar que tienen buenos modales, que son chicas de buena familia y que se educan en las mejores escuelas. Son las últimas de su especie, una motivo de orgullo y alegría para sus padres. Esta niñas se apoyan entre sí, son fuertes y están bien informadas.

Uno estaría tentado de preguntarles cómo se siente al ser féminas en su entorno, porque parecen lo suficientemente libres e independientes como para poner nervioso al varón tradicional. Estas niñas están seguras de sí mismas y de su aprendizaje; y, por tanto, en lugar de coquetear y excitar a los hombres, es más probable que logren hacerles perder los nervios al recordarles sus propias inseguridades.

Cuando pienso en mi niñez, recuerdo hogares repletos de libros; bibliotecas. Siempre tuve una relación íntima con los libros y, a diferencia de la mayoría de los hombres, no soy de la opinión que las mujeres que leen sean peligrosas.

Nazif Topçuoglu. Seating Arrangement with Bulldog, 2002. Courtesy of the artist and Flatland Gallery, Utrecht
Nazif Topçuoglu. Rumpus, 2001. Courtesy of the artist and Flatland Gallery, Utrecht

Cuando la gente observa mis fotografías de estas jóvenes, ocasionalmente evocan a “Lolita” y la sexualidad, incluso cuando el escritor turco internacionalmente reconocido Orhan Pamuk afirma que la sexualidad no era el mensaje principal, sino la nostalgia por la niñez. A lectores que sean lo suficientemente maduros, podrían también recordarles a Maurice Chevalier, quien con su simpático acento francés cantaba “Thank Heaven for little girls” en la película Gigi con Leslie Caron. O aquellos con una inclinación más siniestra recordarán Muerte en Venecia a través de Thomas Mann o Visconti; ambos casos son ejemplos extremos de la culminación del deseo casi fetichista por la juventud y la inocencia.

Estas imágenes tienden hacia la confrontación con el tiempo, la memoria y la pérdida. Se podría decir que, para poder soportar la fugacidad de la vida, estoy intentando recrear unas imágenes difusas de un pasado que he idealizado. No sé si es más difícil recordar los días que ya han pasado (y si acaso merece la pena) que reconstruir un pasado ideal. Nabokov y el problema de la memoria, filtrado a través de la prosa crítica de Pamuk, se revela a sí mismo como una sensibilidad obsesivamente proustiana a la que prefiero creer que me encuentro más próximo.…

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