De “auténticos” retoques de nariz a “auténticos” trasplantes de cara
La idea de que existen un cuerpo y un rostro auténticos es un tópico cultural, del que se hace alarde con la simple comprensión de que la mayoría de las culturas permiten o incluso requieren que tal cuerpo se altere. Uno tiene el cuerpo con el que nace, decían los Padres de la Iglesia en el Concilio de Jerusalén en el año 50 d.C., señalando a prácticas judías como la circuncisión. Pero no la prohibieron e, incluso hoy, los coptos (que viven en una cultura islámica que requiere la circuncisión) practican este rito. Así la mayoría de los cristianos estaban de acuerdo (y siguen estándolo) con Immanuel Kant en La religión dentro de los límites de la mera razón (1793) en que la manifestación fundamental de la separación de la cristiandad de la ley judía es la renuncia a la marca de la circuncisión: “El consiguiente rechazo de la señal corpórea que servía para separar completamente a estas personas de otras justifica en sí mismo el juicio de que la nueva fe (Cristiana), no ligada a las estatuas de los antiguos, ni, incluso, a ninguna estatua, iba a contener un religión válida para todo el mundo y no sólo para unos pocos”. Al abandonar tales prácticas uno se hace universal y así verdadera y auténticamente humano.
Nuestro cuerpo está cambiando constantemente, tanto a través de procesos de desarrollo como el envejecimiento como también a través de un rango más amplio de intervenciones que son requeridas o permitidas culturalmente, desde la circuncisión al tatuaje. La autenticidad está entonces, como observan Michael H. Kernis y Brian M. Goldman, “en los límites del lenguaje, siendo descrita libremente con tópicos tan diversos como ética, bienestar, conciencia, subjetividad, autoproceso, y contextos sociales o relacionales, o caracterizada en los términos de su opuesto (es decir, inautenticidad), con referencias a una vida no auténtica, a falsos comportamientos, o al autoengaño”. La autenticidad del cuerpo está en la mirada del que lo posee pero entendiendo que no se menoscaba la necesidad de analizar lo que la ansiedad de un cuerpo no auténtico representa.
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