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Mitch Epstein

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Detalle de: Mitch Epstein. Dad and My Daughter, Lucia, from series Family Business, 2003 Chromogenic print. Courtesy Sikkema, Jenkins & Co., New York

Tenía 48 años y vivía en Nueva York cuando mi madre me llamó con lo del fuego. Una noche ventosa de agosto en 1999 dos niños de 12 años entraron por la fuerza en un edificio cerrado que mi padre poseía en Holyoke Massachusetts y, porque sí, lo incendiaron. El fuego se extendió, rodeó una iglesia católica del s. XIX, y después una manzana entera de la ciudad.

El pleito por 15 millones de dólares que la iglesia presentó contra mi padre amenazaba con deshacer su vida. El seguro de responsabilidad civil que tenía era insuficiente. Si perdía, mis padres estarían, en efecto, después de 50 años de una vida acomodada en las afueras, en la calle.

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Mitch Epstein. Dad I, from series Family Business, 2003 Chromogenic print. Courtesy Sikkema, Jenkins & Co., New York

Me había ido de Holyoke a los 18 y había vuelto a casa durante los años transcurridos sólo para cenas festivas. Enfrentado con la crisis familiar, volví para ayudar, pero no había mucho que hacer. Me obsesioné, sin embargo, con una sola pregunta: ¿Cómo había terminado mi padre, que una vez fue el dueño de la tienda de muebles y electrodomésticos más grande del oeste de New England, y elegido Empresario del Año por la Cámara de Comercio en 1974, convertido en un personaje de tragedia de Arthur Miller?

El incendio me llevó a realizar una serie de fotografías de gran formato y una videoinstalación sobre la vida de mi padre para comprender mejor el camino que había recorrido. La propia historia de Holyoke es crucial para entender la suya también. La zona centro comercial había sido abandonada en los años 70 porque la gente prefería hacer compras en el nuevo supermall. Holyoke se convirtió en un pueblo infestado de crack y plagado de incendios. Una oleada reciente de inmigrantes había convertido lo que había sido el centro ‘blanco’ en una zona hispana. El choque de culturas resuena en la relación entre mi padre, que era judío americano, y sus inquilinos y empleados portorriqueños.

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