Cada combate de boxeo es una historia. Un drama sin palabras. Las fotografías de Alberto García-Alix también son historias condensadas; narraciones mudas pero elocuentes: imágenes impregnadas de un lirismo desnudo de artificios. Poesía directa que surge fulgurante como el estallido de un látigo, y siempre encuentra un lugar en el encuadre donde instalarse: una mano, la punta de un zapato, una mirada, una herida, un gato negro que huye… Poesía, sí, pero también épica.
Luchador vocacional, cuando García-Alix concluye uno de sus gozosos combates con las imágenes, sólo queda un vencedor sobre la lona: su mirada. Una mirada frontal. Una mirada de púgil.
La técnica de este fotógrafo no se manifiesta tanto en el dominio de la cámara (al fin y al cabo la máquina sólo es el medio), como en el de ese adversario fugaz al que desafía su objetivo. Dominio de la corta distancia. Dominio del espacio, casi siempre estrecho; y dominio del sujeto, siempre próximo. Dominio, pues, del cuerpo a cuerpo; o, mejor, de esa “arquitectura” que llamamos cuerpo. Una arquitectura de la que -como el propio fotógrafo dice- él es el dueño de los planos. Con ellos, García-Alix busca el alma escondida del modelo: la huella luminosa que al final nos revela la propia presencia del fotógrafo.
Desde que en diciembre de 1981 realizara su primera exposición individual en la Galería Buades, la carrera de Alberto García-Alix alcanza un punto culminante en 1998, con la antológica muestra retrospectiva de su obra exhibida en el Círculo de Bellas Artes. Después de sumergirse en un universo de cerca de 95.000 negativos, los comisarios de esta magna exposición, Mireia Sentís y José Luis Gallero, seleccionaron 150 piezas. La sola mención de estas cifras nos da una idea precisa de la laboriosa tarea artística desarrollada por el fotógrafo a lo largo de sus veinte años de carrera. Una tarea reconocida el pasado año 2000 con el Premio Nacional de Fotografía.
Si hubiera que resumir en uno solo todos los motivo abordados por García-Alix en su dilatada obra, ese sería el ser humano
Existen diferencias puntuales entre los trabajos realizados por García-Alix en sus primeros años de profesión y el resto de su consolidada obra, decantada de manera definitiva hacia un uso exclusivo del blanco y negro. Pero, curiosamente, dichas diferencias no suponen una ruptura con un discurso visual hilvanado siempre con sorprendente coherencia. Una de las características que definen a este fotógrafo es su excelente aptitud para el retrato, cualidad que se amplía en una nutrida serie de peculiares y turbadores autorretratos.…
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