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Liliana Porter y sus “situaciones”

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Liliana Porter. The Bridge, 2016. Cortesía de la artista

Crear un lugar común en el espacio del arte capaz de reunir lo diverso es el impulso que anima la obra de Liliana Porter desde sus comienzos. Esa utopía modesta inspiró sus primeros grabados, serigrafías, collages e instalaciones, pero sobre todo las “situaciones” que crea, pinta o retrata desde los 90, pobladas por una colección de figuras que fue recolectando en ferias y mercados de todas las latitudes.

Porter tiene debilidad por las cosas menudas y, como a Baudelaire, le gustan los juguetes, esos dobles artesanales del mundo adulto que dan cuerpo material a las fantasías infantiles. Pero también le gustan los adornos, objetos más enigmáticos llamados a miniaturizar la vida en el interior burgués, dar presencia real a seres ficticios, mitificar personajes históricos o populares, y atesorar el recuerdo de viajes a lugares exóticos. Como los niños, quiere ver el alma del juguete (esa “manía infantil” en la que Baudelaire vio “una primera tendencia a la metafísica”), pero también quiere indagar esa estupefacción callada de los adornos, atender a los pedidos mudos que hacen las cosas.

Redimidos de los usos e identidades fijas con los que los ha cargado la cultura, los juguetes de Liliana Porter entablan diálogos que el que mira puede recomponer, en sintonía feliz con un mundo reconciliado

Solo a primera vista, sin embargo, las figuras de sus “situaciones” son simples juguetes o adornos. Cosecha paciente de sus recorridos por garage-sales, tiendas de aeropuertos y mercados de pulgas, los elegidos de Porter tienen algunas señas particulares que los hacen únicos. A menudo tienen una doble vida y son también saleros, lámparas, floreros o abrebotellas, de preferencia de los años 40 ó 50, figuras humanas o animales con una expresión particular en la mirada, por la que parecen desconcertadas cuando se encuentran con otras que no corresponden a su tiempo, ni a su cultura, ni a su especie, y con las que sin embargo “dialogan”. Porter las dispone en una especie de set bien iluminado y desnudo, sin ninguna referencia contextual más que las que traen a cuestas, y en ese limbo atemporal son invitadas a intimar con otras.

Pero ¿de qué hablan los personajes de sus fábulas sin palabras? ¿Qué podrían decirse el ratón Mickey y el Che Guevara, un bulldog y un soldado nazi?…

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