Los fantasmas del bulevar
Ayer encontré a Malaysia. La había visto ya varias veces, en un tramo solitario de La Brea. Aquí hay muchas personas como ella: fantasmas del bulevar. La ciudad pasa en coche junto a ellas sin verlas, aunque es difícil no reparar en alguien como Malaysia.
Camina sola y le brilla la piel por la purpurina y el sudor. El sol te los mostrará. Implacable e indiscriminado, revela esos fantasmas, personas a las que no les quedan más que las aspiraciones y las falsas ilusiones. Creían que aquí las cosas serían distintas, pero la realidad es más cruel y mucho más bonita.
KATY GRANNAN, BERKELEY, 2011
Entre 2008 y 2010, Katy Grannan se paseó por las calles de Los Ángeles y San Francisco a plena luz del día, cuando el estuco blanco de las paredes —tan propio del lugar— quedaba bañado por un potente sol que convertía las calles en una suerte de estudio fotográfico improvisado. Los modelos de su serie Boulevard son personas anónimas, de la calle, a menudo invisibles a otros ojos, convirtiendo este trabajo en un proyecto estrechamente vinculado con cuestiones de clase, raza y género. Grannan convierte el acto fotográfico en un ejercicio de visibilidad, que registra la opacidad de aquellos a quienes algunos consideran fantasmas. La potencia de la luz es capaz de registrar y destacar detalles que individualizan a cada uno de los modelos, creando una tensión entre el anonimato y el deseo de ser vistos, capturados, distinguidos.
El contexto neutro, que ofrecen las paredes blancas de la calle, centra la visión en la figura humana, ausente de contexto, ofreciendo una intensidad psicológica a través de los rasgos que distinguen a cada una de las personas retratadas, pero sin la necesidad de caer en un efecto dramático sobredimensionado. Boulevard demuestra un interés de Grannan por el potencial estético del “otro”, planteando preguntas sobre la posibilidad de presuponer cómo es la vida de un ser por su apariencia externa, por las particularidades de su expresión. La pose de los sujetos es sencilla, poco teatralizada, su mirada es potente pero nunca directa a la cámara, como si estuvieran absortos y no fuesen conscientes de estar siendo observados. Todos ellos, recursos estilísticos que se traducen en un cierto grado de espontaneidad, a pesar de conocer que, en cada retrato, hay un encuentro fugaz entre dos desconocidos, en el que Grannan pide permiso a cada uno de ellos para poder retratarles y capturar ese momento de confianza mutua.…
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