post_type:dossier
Array ( [0] => 84469 [1] => 84470 [2] => 84471 [3] => 84472 [4] => 84473 [5] => 84474 [6] => 84475 [7] => 84476 [8] => 84477 [9] => 84478 [10] => 84479 [11] => 84480 [12] => 84481 [13] => 84482 [14] => 84483 ) 1
size_articulos_ids: 15
Current ID: 84482
Current pos: 13
Articulo anterior: Daniel Blaufuks
Articulo siguiente: Hamish Fulton
prevID: 84481
nextID: 84483
anterior

Jordi Bernadó

siguiente

Jordi Bernadó. Xiamen, 1998. Las Vegas, 1997

Hace algunos años una compañía americana publicó un estudio donde se recogía un curioso dato estadístico: las personas pasan como promedio un año de su vida buscando cosas. Me pareció poco, sobre todo si el aciago buscador era un fotógrafo. Si aceptamos esa definición como punto de partida, el fotógrafo es un viajero activo que ha puesto ese correlato de momentos de búsqueda en línea para construir un trayecto, un Ulises más bravo que el de la Odisea porque no duda en escuchar los cantos de sirena sin sujetarse al palo mayor. Fotografiar es señalar con un dedo particular y mágico, aunque esta acción también haya evolucionado en paralelo con la familiarización en el uso y estandarización de la fotografía. La curiosidad por lo nuevo, inherente al viaje, despegó con el enciclopedismo del siglo XIX y la llegada de las primeras imágenes allende lo ya conocido: las salas de maravillas se transformaron en exposiciones fotográficas. Si en ese primer estadio se señalaba lo diferente, en nuestro mundo monocultural nos llama la atención las semblanzas entre dos ciudades distantes. Existe un flujo de información visual infiltrado que constituye un texto denso que el viajero puede leer sin temor a saltos espaciales.

La fotografía de Jordi Bernadó está próxima a la literatura por su atención a los detalles más nimios que reúne con la exquisitez del gran formato. La generosidad del angular no nos distrae de la lectura de dichos mensajes encapsulados que nos hablan de la presencia y la manipulación que cada comunidad ha ejercido sobre el medio; el aparente vacío, propio de la fotografía versada en la arquitectura, permite crear un silencio activo que genera el relato que todo viaje, a fin de cuentas, pretende ser. En los libros donde todo esto es más evidente, Good news* always read the fine print y Very very bad news, no duda en mezclar y relacionar las imágenes de esos lugares distantes que ya no lo son tanto. Su fotografía es viaje en estado puro porque hace olvidar el encuadre que personaliza demasiado la toma y permite al espectador una sensación de lugar mucho más profunda. Aunque la fotografía es nuestro modo moderno de proporcionar experiencias de los sitios donde no estamos, el conocimiento real que provoca esta virtualidad sabemos que puede ser engañoso y Jordi Bernadó fuerza al límite la extrañeza ante lo que salta al paso.…

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete