Cuando me llegó el mail en el que se me invitaba a participar en este número eligiendo una foto y contando el motivo por el que era especial para mí, me vinieron a la cabeza muchas imágenes. Busqué una fórmula para intentar acotar mi elección a una sola pero ninguna me convenció. Pensando sobre ello en mi estudio me puse a mirar las fotos que tengo colgadas, me di cuenta de que la solución estaba justo en la pared que se sitúa a la izquierda del ordenador desde el que escribo estas líneas.
Aquí está colgada la foto que me ha acompañado en todas las casas o estudios en donde he vivido o trabajado: el retrato que le hizo mi padre, Juan Bel, a Dennis Hopper a mediados de los 80 para la revista “Dirigido por…”. Esta foto es la única que siempre permanece colgada frente a otras que he ido quitando y guardando a lo largo de los años. ¿Por qué necesito verla siempre? ¿Por qué me gusta tanto? Porque se trata de una copia que vi positivar a mi padre en su laboratorio y que me guardé todavía alucinado después de que apareciera mágicamente en una cubeta. Porque me parece un gran retrato que me gustaría poder hacer alguna vez en mi vida. Porque consigue que me traslade a la habitación en la que está hecha, oler el cigarrillo que se está fumando Dennis Hopper, desear conversar con él mientras nos tomamos una(s) cerveza(s). Porque me recuerda a que fue mi padre quien me enseñó a hacer fotografías. Porque reivindica a todos aquellos fotógrafos que tuvieron que abandonar este oficio por lo desagradecido y perro que es en ocasiones a pesar de ser fascinante y que no serán recordados pese a la valía de su trabajo.
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