post_type:dossier
Array ( [0] => 100100 [1] => 100101 [2] => 100102 [3] => 100103 [4] => 100104 [5] => 100105 [6] => 100106 [7] => 100107 [8] => 100108 [9] => 100109 [10] => 100110 [11] => 100111 [12] => 100112 [13] => 100113 [14] => 100114 [15] => 100115 ) 1
size_articulos_ids: 16
Current ID: 100107
Current pos: 7
Articulo anterior: Edward Burtynsky
Articulo siguiente: Elina Brotherus
prevID: 100106
nextID: 100108
anterior

Jem Southam

siguiente
Jem Southam. Rain Cascade, Milford Sound, 2018. Courtesy of the artist. @jemsoutham

Restless

Todavía no se sabe cuándo se aficionaron nuestros antepasados a surcar los mares ni cómo lo hicieron. En Azerbaiyán, se han encontrado pinturas rupestres que datan aproximadamente de 12 000 a. C. y que representan personas en barcos. Los navegantes nórdicos cruzaron el Atlántico Norte en el siglo X, pero mucho antes lo hicieron quienes zarparon del Sudeste Asiático para asentarse en las islas de la Polinesia, travesías de miles de millas por enormes tramos desconocidos del Pacífico occidental. Hace unos ochocientos años, aquel inquieto deseo de movimiento y asentamiento llevó por fin a los humanos a las islas de lo que hoy llamamos Nueva Zelanda. Después de pasar semanas surcando mares desconocidos, los navegantes maorís vieron líneas de pesados cúmulos que indicaban que se acercaban a tierra, así que la isla a la que arribaron fue bautizada como “Aotearoa”, la tierra de la larga nube blanca.

Las islas de Nueva Zelanda, volátiles en términos geológicos y situadas entre los límites de varias placas tectónicas, contienen una profusión física extraordinariamente rica y variada de accidentes geográficos, como volcanes, montañas alpinas, glaciares y fiordos. Sin embargo, como sugiere su nombre maorí, también es una tierra de condiciones meteorológicas extremas; en la costa occidental de la Isla Sur, en particular, se registran prodigiosas cantidades de precipitaciones.

El objetivo de estas fotografías es explorar la dinámica de esta aparición, captada y manifestada en imágenes mediante los cambios momentáneos de la luz y de los ondulantes vientos.

Las imágenes ilustradas aquí forman parte de una obra más amplia que es el resultado de cuatro1 el viaje de invierno se ha pospuesto a causa de la pandemia. viajes estacionales por las islas norte y sur de Nueva Zelanda.

El título [que podría traducirse como “inquieto/a” o “agitado”, en función del contexto] hace referencia a la tierra inquieta, que siempre está desplazándose y moviéndose debido a los complejos sistemas de placas tectónicas que hay bajo Nueva Zelanda; hace referencia a las turbulentas aguas del país, a los salvajes mares, los ríos trenzados, el hielo triturado y las poderosas cataratas; al agitado tiempo y cielos nubosos; a las bulliciosas energías vitales que hacen que su flora y fauna sean tan singulares; a la febril humanidad que llegó en barco, primero desde la Polinesia y después desde Europa (Nueva Zelanda fue el último sitio de la Tierra que se descubrió y se colonizó); a los incesantes y agitados procesos de ocupación, que han transformado gran parte del paisaje de forma radical en poco más de ochocientos años, y finalmente a las oleadas de inquietos turistas que recorren las islas maravillados.…

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete