Ilustremos: el hombre (ese hombre que siempre está delante de mí, con sus dimensiones, sus sentidos y su efectividad) está sentado junto a su mesa; sus ojos se posan sobre los objetos que lo rodean: muebles, alfombras, cortinas, cuadros o fotografías y muchos otros objetos a los cuales asigna importancia. Una lámpara lo alumbra o el sol que penetra por la ventana, separando la sombra de la luz, oponiendo estos dos pesados extremos de reacción sobre lo físico y lo psíquico: lo claro y lo oscuro. Las paredes de una habitación se ciernen sobre él y sobre sus arreglos. Nuestro hombre se pone de pie, camina, abandona la habitación, pasa a otro sitio, a cualquier sitio.
Le Corbusier, “Mensaje a los estudiantes de arquitectura”, Arquitectural design, febrero de 1959.
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