Esta impactante imagen siempre me ha interpelado y tocado profundamente. En ella la sensualidad coexiste con una herida profunda que solo se puede sentir visceralmente.
Forma parte de una serie de catorce fotografías tomadas en un hospital parisino después de una estancia en Yugoslavia durante la guerra serbocroata, de la que Ristelhueber no aportará imágenes. Estas imágenes de suturas recientes, cicatrices aún envueltas en hilos negros, ofrecen una alegoría poderosa: tantas heridas escritas en la piel que evocan tangiblemente la devastación corporal engendrada por cualquier guerra.
Este es también el caso de la imagen de esta mujer cuya larga lágrima a lo largo de la columna perturba la sensualidad de un clásico desnudo tipo Ingres (o su repetición en El violín de Ingres, en Man Ray). Esto no hace más que multiplicar las connotaciones de violencia y abrirse a otras resonancias. En una línea similar, Rebecca Belmore, artista aborigen, anishinaabe y canadiense, producirá una imagen similar en 2007 de una mujer cuya espalda está surcada por una herida larga pero cuyo punto de sutura es una franja de color sangre. Otro territorio, otra cultura, otra herida histórica de la cual la mujer lleva un rastro indeleble.
Fotografiadas en blanco y negro, como para atenuar un poco el impacto emocional, estas imágenes de Ristelhueber se despliegan a una escala monumental, en impresiones únicas de gran formato (unos 2,7 metros), como pinturas, para atraparnos literalmente y colocarnos más cerca de la piel, como un territorio sobre el que sobrevolamos.
Obtuve una pequeña reproducción de Every One #14, de Sophie Ristelhueber, que puse en mi escritorio y que me acompaña todos los días. Placer y dolor. Con el tiempo, yuxtapuse dos imágenes (las obras de dos exposiciones presentadas en el Museo de Bellas Artes de Montreal que llegaron a mis manos): un detalle de una pintura fauvista de Van Dongen, Le Châle de Manille y un ángel en una vidriera de Tiffany: dos imágenes de felicidad y plenitud, llenas de luz, flores y colores. Quizás para mitigar la conmovedora y cruda resonancia de este Every one…
Traducido del francés por Ana Folguera
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