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Hiroshi Sugimoto

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Hiroshi Sugimoto. Gemsbok, 1982. 20x24in. Courtesy Sonnabend Gallery, New York

La máquina del tiempo

Hablar de fotografia es inevitablemente plantearse temas como la memoria, el paso del tiempo, la huella de una imagen perdida, y eso nos llevaría a tratar temas como los sueños, la reconstrucción de una historia ya olvidada, tergiversada, cambiada por el paso de otras historias. En esta acumulación de planos de experiencia se reconstruye la historia del arte al mismo ritmo que se transforman las posibilidades de representación de la propia imagen. Es un hecho cultural que los cambios no se consideran tales hasta que el entorno icónico, su representación visual, nos los hace comprensibles, visibles, asimilables. Es en este terreno en el que trabaja Hiroshi Sugimoto, reconstruyendo la historia de la cultura, sobre todo la occidental, con una serie de claves que nos acercan a la forma de hacer oriental. Él utiliza la fotografía, pero la fotografía en blanco y negro, y su forma de mirar, de hacer imágenes, no tiene nada que ver con la evolución actual de la fotografía como técnica reproductiva de la realidad. Tal vez porque sus fotos tienen la realidad como excusa pero no tratan de ella sino de algo que está más allá de esa supuesta realidad.

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Hiroshi Sugimoto. Bongo, 1994. 20x24in. Courtesy Sonnabend Gallery, New York
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Hiroshi Sugimoto. Polar Bear, 1976. 20x24in. Courtesy Sonnabend Gallery, New York
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Hiroshi Sugimoto. Mountain Lion, 1980. 20x24in. Courtesy Sonnabend Gallery, New York
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Hiroshi Sugimoto. Hunting Dogs, 1980. 20x24in. Courtesy Sonnabend Gallery, New York

En su serie Dioramas el tema es el animal salvaje en su entorno natural. El hecho de que esos animales estén muertos y disecados desde hace ya muchos años no es esencial en las imágenes, como tampoco parece serlo el que la naturaleza que los acoge sea artificial, una reconstrucción humana y por lo tanto cultural, utópica, ideal, de unos lugares nunca vistos, nunca visitados, no existentes en la realidad. En definitiva, Sugimoto construye una imagen de vida y naturaleza con elementos muertos, artificiales, y para ello nos parece coherente que utilice el blanco y negro. En fragmentos, en ventanas, volviendo a la historia del cuadro, a la historia de la pintura, Sugimoto nos presenta pedazos de la vida ideal de unos animales muertos, que viven para siempre en los museos, y ahora en los libros, en las fotografías y en la memoria de quienes los ven, reconstruida culturalmente, con la delicadeza, la precisión y la exquisitez que caracteriza toda la obra de este oriental que nos explica nuestra propia historia a partir de retazos sin vida que hemos ido desgajando de una necesidad de permanencia que se justifica en la idea de Museo.…

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