post_type:dossier
Array ( [0] => 101177 [1] => 101178 [2] => 101179 [3] => 101180 [4] => 101181 [5] => 101182 [6] => 101183 [7] => 101184 [8] => 101185 [9] => 101186 [10] => 101187 [11] => 101188 [12] => 101189 [13] => 101190 [14] => 101191 [15] => 101192 [16] => 101193 [17] => 101194 [18] => 101195 [19] => 101196 ) 1
size_articulos_ids: 20
Current ID: 101181
Current pos: 4
Articulo anterior: Vari Caramés
Articulo siguiente: Julio Bittencourt
prevID: 101180
nextID: 101182
anterior

Francisco Mata Rosas

siguiente
Francisco Mata Rosas. Sábados de gloria series, 1994. Courtesy of the artist. @fcomata

Agua que no has de beber

La desnudez de los cuerpos expuestos es doble aunque estén vestidos, porque la falda, la blusa y los jeans no mienten una vez que el individuo fue pasado por las aguas promiscuas del océano Pantitlán al transcurso de otro sábado de gloria, la plebe reunida en el sobreentendido de la gran naquiza transitoria, que llega con todo y goggles y echa su relajo al agua.

Hora cóncava, al promediar la vacación acapulqueña que se alcanza en Metro y los chors bien puestos. La felicidad carnal, hora de mostrar tatuajes, arrugas y cicatrices, curvas chidas, de verse bonito quien sea por embrujo del agua. Si no fuera por las llantas, llantitas, llantotas, la ciudad no giraría.

Si la existencia la va uno pasando de panzazo en panzazo, como la escuela, ¿qué más da si el redoble de vientre cae de plano en un clavado de quítate que ai te voy, Supermán?

Este hervor de muchedumbre desempeña a su manera la festividad católica y algo tiene de expiación el waterpolo psicodélico, condenado al fracaso pero el que se ahoga es culero.

Illustration
Francisco Mata Rosas. Sábados de gloria series, 1994. Courtesy of the artist. @fcomata

Aquí el gafete de identidad es el ombligo, el que no tiene no pasa.

La tentación multitudinaria que diluye el deseo en la abundancia corpórea, el chapuzón a huevo de los caídos, el regodeo de semana, ora sí que quién los viera.

Cuerpos hechos para sacudirse el polvo en las peseras, para fluir en los túneles y las esquinas gordas, en los mercados, perfectamente adaptados al asfalto y hoy en gloriosa visita al chapoteadero gigante donde la ciudad pierde su nombre. Y de inmediato lo recupera como Neza.

Tiburón a la vista, bañista. La unidad de estilo la ponen la quebradita y la antidiluviana cumbia. Alberca en caldo de tiburón.

¿Aristóteles y su Estética? Bien, gracias. Si supieran Santo Tomás y otros padres de la Iglesia. Tanta doctrina, y sermones, penitencias, sábados de catecismo, y en lo que acaba la carne.

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete