Buena parte de mi trabajo como fotógrafo está centrado en la arquitectura, tanto de exteriores como de interiores, y también en la escultura y en las ciudades, especialmente Buenos Aires, donde vivo.
Pienso que esta preferencia por la arquitectura y la escultura no es casual: ambas son expresiones artísticas de distinta índole, donde una estructura –destinada a un uso funcional una, y a su mera apreciación como elemento simbólico, la otra– es construida y ubicada en un determinado ámbito, como obra.
François Soulages, en su Estética de la Fotografía, sostiene que la escultura existe en la medida en que es fotografiada, pues estas miradas –siempre subjetivas, donde se elige el ángulo, el encuadre y la luz que modela cada pieza– son las que luego se publican y dan a conocer estas obras de modo universal. Y algo similar pasa con la arquitectura, que es más conocida y apreciada por las imágenes que de ella se reproducen en los medios a los que todos accedemos, que por la experiencia directa.
Esto hace que la mirada del fotógrafo constituya una interpretación de la obra del arquitecto, que dialogue con ella y la complemente, como una interpretación de su forma en un lenguaje basado en imágenes del edificio en general o de detalles y ritmos donde subyace su esencia.
He fotografiado torres, bancos, paseos de compras, obras de ingeniería e instalaciones industriales, pero mi trabajo en los últimos años se centra en edificios de valor patrimonial –la fascinación del pasado– y en otros, actuales, relacionados con la cultura, tales como museos y bibliotecas.
Cuando fotografío un edificio trato de lograr que este hable por sí mismo, no alterarlo ni distorsionarlo en busca de un ángulo llamativo; en todo caso, intento captar su esencia a través de vistas generales en el ángulo que mejor lo abarque, o con planos cortos, buscando encontrar en sus elementos y texturas una geometría o ritmo que revelen su esencia, algo que, por otra parte, no sabría explicar de otro modo.
Creo, finalmente, que se trata de sentir algo frente a la obra ajena, de sorprenderse con lo inesperado, y que esa emoción se traslade a la fotografía.…
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