Corre, Artista Corre
En el catálogo de expresiones orales del ser humano apenas encontraremos comentarios tan previsibles como las declaraciones de un deportista, ya sean antes o después de una prueba o de un partido: “Esta temporada espero que me respeten las lesiones”, “Saldremos a por todas para conseguir el triunfo”, “Bueno, sí, estoy muy feliz pero la victoria ha sido una labor del equipo con el apoyo de la afición”, “Hemos tenido un poco de mala suerte y la pista estaba resbaladiza”… Ejemplos inocuos, ánimos parafraseados que suenan como una cantinela pero que, efectivamente, no son más que los paréntesis de la verdadera razón de ser del atleta, esto es, la práctica de su deporte, la superación modélica de sus retos, intentar mejorarlo la próxima vez.
Al margen de otro clásico de estas retóricas, como es la denostada oratoria política, hallamos también en el mundo de las artes visuales un campo propicio para esta letanía de lo predecible. Espoleados por el comité de teóricos y los árbitros de la crítica, hace tiempo que muchos artistas optaron por tomar la palabra más allá del simple uso de las técnicas, los materiales y los medios con los que proyectar y realizar sus obras. Gracias a esta determinación, fiel reflejo de la libertad de expresión inherente al olimpo creativo, nos hemos visto obsequiados con poéticas, statements, discursos infinitos y tautologías varias: “Con esta nueva serie de fotos de gran formato pongo de manifiesto la minúscula consideración que el capitalismo concede a la poética de lo ínfimo”, “Esta instalación de vídeo soportada sobre tecnologías de última generación es una denuncia del abuso de los nuevos medios contra el tercer mundo”, o, “En este proyecto de archivo documental expongo los avatares de mi vida junto a mis amigas”. ¿Quién más idóneo que el propio artista para acompañar con sus palabras las sensaciones, intenciones y conclusiones de sus productos?
Así las cosas, y desde esta perspectiva intencionadamente sesgada, se antoja fácil el paralelismo atleta/artista. Las afinidades entre aquel remoto mensajero de la batalla del Maratón y el artista que se afana en mostrarnos sus nuevos hallazgos no se presentan tan dispares. Y se antoja fácil, aún a sabiendas de la honesta y difícil soledad de uno y otro, porque es un símil que contribuye a un engrandecimiento ya saturado de pleonasmos en el tópico del genio individual heredado del romanticismo.…
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