En busca de la memoria
Desde hace más de veinte años, Georges Rousse dota de entidad a lugares abandonados y les confiere una nueva memoria. Lugares vacíos, desiertos, medio en ruinas, a punto de ser derribados o en proceso de restauración, todos ellos a la espera de un nuevo porvenir. Georges Rousse interviene en ese intersticio entre un pasado ruinoso y un futuro planificado.
A principios de los años ochenta, el artista inventa personajes que habitan los lugares, que suben escaleras, trepan a falsas vigas, flotan en el aire. Enseguida, aparece la anamorfosis creando planos que interfieren con el espacio de la perspectiva. A continuación, los habitantes hallan alojamiento, en ocasiones aprisionados en volúmenes ficticios creados mediante ese mismo procedimiento, y, a partir de 1984, los volúmenes se hacen independientes. A pesar de que la figura humana no desaparecerá nunca definitivamente de la obra del artista, la abstracción se impondrá, transformando el proceso. Entonces, el dibujo y la pintura se centrarán, cada vez más, en modelar una materia que, como contrapunto con la del propio lugar, se convertirá en materia fotográfica.
Sin duda, desde el principio, la fotografía ha constituido el medio en el que se materializa el hecho de “dar a ver” al espectador, pero desde que el artista ha poblado el lugar con sus personajes, se nos presenta en mayor medida como documento, como narración, o como un atestado de la situación. La abstracción de las formas da lugar a una nueva dimensión; en lo sucesivo, la pintura, el dibujo y, posteriormente, las construcciones afirman la intención del acta fotográfica. La fotografía se concentra en captar ese intersticio entre el pasado y el futuro al que nos referíamos al principio y al que Georges Rousse parece querer dotar de materialidad.
Querer captar ese instante puede parecer pura ficción, pero la utilización de la anamorfosis se deriva de ese tipo de propuesta. Fue Baltrusaitis el que afirmó en su célebre ensayo sobre este tema que “el procedimiento se establece como una curiosidad técnica, pero contiene una poética de la abstracción, un potente mecanismo de ilusión óptica y una filosofía de la realidad artificial”. Y, más adelante: “Ésta (la anamorfosis) constituye un subterfugio óptico en el que lo aparente eclipsa a lo real”. En la conversación con Jocelyne Lupien , Georges Rousse afirma no reconocerse en la acepción que el diccionario le da al término anamorfosis.
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