El cuerpo como excusa
Gran parte de la obra de Rafael Navarro tiene el cuerpo como eje central, alrededor del cual giran otras ideas y planteamientos estéticos como la abstracción, el movimiento, la fragmentación y, sobre todo, el desarrollo de un proyecto artístico y vital.
El cuerpo de la mujer es una excusa para definir un horizonte sensual, pero poco a poco ese horizonte va siendo alterado por elementos que caracterizan una obra que se aleja sistemáticamente de la definición de sensualidad con la que es marcado desde su origen. Sí, cuerpos de mujer en los que prácticamente nunca la identidad está definida por el rostro, imágenes de una identidad genérica que se van fragmentando, alterando, convirtiéndose en otras muchas cosas hasta ser el mundo entero, un paisaje lunar deshabitado.
La desnudez es un elemento añadido, pero no estamos hablando de la ausencia de ropa, sino de la pura definición del cuerpo, objeto con sus límites propios que deambula por la historia del arte sin más atributos que su piel, sus formas, las líneas y el color que lo componen.
En los inicios de su trabajo, el estudio de los cuerpos de las modelos se sucede y si unas veces produce imágenes sintéticas del cuerpo hecho símbolo de sí mismo, otras analizan las formas del cuerpo y su tratamiento en movimiento, construyendo todo un corpus de obra en torno al cuerpo femenino y al desnudo. La luz y el blanco y negro riguroso que Navarro utiliza en estas etapas refuerza el silencio y la frialdad de unas imágenes que han ido despojándose no solo de la ropa sino de cualquier atisbo de sexualidad para convertirse en formas abstractas, cuya repetición y fragmentación las transforma de cuerpos en cosas, en material de estudio.
Pasados los años estos estudios formales se convertirían en una tipología de un paisaje mental, de un horizonte sinuoso, de unas montañas con rocas de carne. El cuerpo ha invadido la fotografía, ha sobrepasado cualquier análisis para convertirse en el mundo que habitamos, de excusa se ha convertido en la razón primera. Una vez llegados a ese punto, se acaban las posibilidades de representarlo como un objeto, solo se puede continuar a partir de la identidad y la individualidad.
Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO
Suscríbete