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Doris Salcedo o el arte funerario

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Illustration
Doris Salcedo. Atrabiliarios, 1992-2004. Museum of Contemporary Art, Chicago, EE.UU. Foto: Patrizia Tocci. Cortesía de la artista.

La obra de Doris Salcedo se ha desplegado de muchas maneras, en escenarios muy distintos y distantes y utilizando una extraordinaria variedad de medios y recursos, pero si algo la distingue es que responde a su empecinada voluntad de rendir con ella homenaje a los muertos. No a los muertos ilustres, cuyos restos magnifican templos, palacios y panteones o cuya imagen fundida en bronce o esculpida en mármol se elevan sobre pedestales en plazas o bulevares. No. Los muertos que Doris Salcedo quiere enaltecer son sin rostro ni nombre, los muertos NN de los que apenas conocemos la cifra en los diarios cuando se deciden a publicarla. Como las víctimas de las masacres en la guerra sin fin que aún desangra a Colombia y de quienes con frecuencia no queda más que zapatos desgastados. Que utilizó para componer algunas de sus más estremecedoras piezas. Como los griegos expulsados de Turquía, su patria durante siglos, por orden del presidente de la república que sucedió al sultanato sin abandonar la pulsión criminal que le llevó a ordenar el genocidio armenio durante la Gran Guerra. Les rindió un tardío homenaje llenado hasta arriba con sillas viejas la parcela vacía entre dos edificios de cuatro plantas. O como los miles de fugitivos de las guerras del Medio Oriente o de la miseria galopante de África ahogados en el mar Mediterráneo. La imposibilidad de recuperar sus cadáveres quiso compensarla recuperando sus nombres en una impresionante instalación en Madrid, en la que estaban tallados en los canales de mármol que cubrían el suelo del Palacio de Cristal y que se llenaban y vaciaban de agua a intervalos regulares.

Salcedo cree que los muertos arrojados al anonimato no deben ser recordados por estatuas o mausoleos

En estas obras, como en tantas otras suyas, puso en práctica su crítica del concepto del monumento comúnmente aceptado. Ella cree que los muertos arrojados al anonimato no deben ser recordados por estatuas o mausoleos. De allí que haya planteado que Fragmentos, el espacio dedicado a las víctimas de la barbarie en Colombia, sea un antimonumento. Y que consista en un caserón colonial vacío de Bogotá, con el suelo pavimentado por las láminas resultantes de la fundición de las armas entregadas por la guerrilla y forjadas por mujeres violadas durante la guerra a la que dicha entrega pretendió poner fin.…

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