Sombra | Detalle
La fotografía es una técnica especialmente exacta para fragmentar la realidad. El ojo corta como un cuchillo la imagen y reserva solamente un detalle, como un suspiro, como un parpadeo. Una mano, un rayo, un contraste de luz. Detalles. Pero también la recreación de micromundos frágiles y exquisitos, entresacados de una realidad imperfecta que sólo a través de ese detalle, de esos fragmentos, alcanza el umbral de lo sublime, de otra realidad tal vez sólo pensada. Todo el trabajo de David Jiménez interpela una forma de mirar, se plantea como una percepción sutil de un mundo de contrastes y choques de imágenes, fragmentos contrapuestos que al rozarse encienden la chispa de una imagen diferente.
Hablando de escalas y tamaños, las imágenes de Jiménez parten de realidades de muy diferentes formatos, desde edificios hasta papeles escritos, desde el cuerpo humano hasta un cielo violento. Pero todos se igualan sobre el papel fotográfico, dándole al fragmento y a la totalidad las mismas medidas, unas características similares, de narración completa y cerrada. La mirada sólo ve las cosas de forma fragmentada, y su continuidad está construida como pequeñas narraciones más o menos inconexas. Las sombras sirven de punto de cruce, igual que los contrastes más brutales. Es especialmente en su trabajo en blanco y negro donde estos contrastes de luz, de sombras, de incertidumbres, alcanzan un punto más alto, es ahí donde el detalle se transforma en una imagen completa, donde lo mínimo se acerca al infinito.
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