W.a.t.e.r.
El hidrógeno, que nació del big bang, es lo más elemental que puede crear el universo. El oxígeno pesa dieciséis veces más y es algo más joven. Cuando el universo se enfrió lo suficiente, el choque y la colisión de ambos elementos pudo formar el agua. La molécula creada recuerda a la cabeza de Mickey Mouse. El amor que el oxígeno (la cabeza) profesa por los electrones aporta la carga negativa, mientras que los átomos de hidrógeno (las orejas) tienen carga positiva. Debido a esas diferencias en la carga, el átomo de hidrógeno de una molécula de agua se ve atraído por el oxígeno de otra.
Es un líquido a temperatura ambiente. Si no se formara el enlace de hidrógeno, sería un gas. Pero es un líquido. Enfríalo. Ralentiza las cabezas de Mickey para que puedan enlazarse con el mayor número de ellas posible. Si lo enfrías aún más, obtienes hielo. Y, cuando eso ocurre, los Mickeys se han apretujado de tal manera que hay más sitio a su alrededor que cuando se encontraban en estado líquido. Por eso flota el hielo en tu bebida o en el lago. Y por eso, cuando aprietas el hielo y fuerzas a las moléculas a apiñarse aún más, las estás forzando a convertirse en líquido. Eso es lo que le cuento a mi hijo mientras patina a toda velocidad por el lago congelado. Es lo que le permite patinar. Bajo las cuchillas hay una fina capa que lubrica su desplazamiento. Cuando mi hijo se va y remite la presión, el agua vuelve a congelarse.
Vierte agua en un tazón, llénalo hasta el borde. Vierte un poco más, despacio, y mira cómo el agua supera el borde. Las moléculas de agua se adhieren unas a otras y forman una red que no permite que el agua se salga. Si metes con cuidado un alfiler en el agua, flota. Pero, como pongas una gota de jabón en la superficie, la red se rasga; el agua se desborda.
Puedes meterte agua en el cuerpo y meter tu cuerpo en el agua. Mi hermana bebe ocho vasos de agua diarios con la esperanza de vivir más tiempo
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