En una habitación ajena
En cierta ocasión, cuando era niño, alguien me preguntó qué quería ser de mayor. Mi respuesta fue infantil pero me salió del corazón: ¡turista!
Bien, no me hice turista pero sí algo que no se le aleja mucho: soy un fotógrafo al que le gusta viajar. A veces ni siquiera sé si viajo para hacer fotografías o si estudié fotografía para tener una razón para viajar.
La fotografía está muy vinculada a la experiencia de viajar, sobre todo porque ambas se ocupan del acto de ver, pero también porque, al menos para mí, ambas se relacionan intensamente con la geometría de la gente y del paisaje dentro del espacio. El espacio puede ser cualquier cosa, desde el mundo hasta mi dormitorio; es una mera cuestión de perspectiva y curiosidad. Así pues, todos los fotógrafos son en cierto sentido viajeros, y todos sabemos que los turistas sacan fotografías, al menos mientras dura el viaje. No es ninguna coincidencia que las industrias de la fotografía y del turismo se desarrollasen paralelamente en la misma época.
Evidentemente, hacer turismo y viajar pueden distar tanto entre sí como sacar fotos y la fotografía, como ver y observar, como una imagen de postal y una fotografía.
Los fotógrafos son viajeros y buscadores, pero también saben que nunca encontrarán lo que van buscando, un horizonte inalcanzable que siempre está ante los ojos pero nunca al alcance. Nada más ir de A a B, querrás seguir hasta C y D. Un fotógrafo siempre está pensando en el siguiente disparo, casi nunca en el último.
Y luego está el espacio intermedio. Entre un destino y otro, entre una imagen y la siguiente. Son éstas lugares y no-lugares que se te adhieren a la memoria por razones que están más allá de las líneas de tu mapa o de las líneas de tu mente. Te quedas aquí por un rostro que viste en la calle o por el clima o porque se te averió el coche. O quizá simplemente quieras terminar el libro que estás leyendo. Y ahí estás tú, tumbado sobre una cama extraña en una habitación ajena pensando en lo que está detrás de ti y preguntándote por lo que te queda por delante. Clavas la mirada en la pared que te rodea.
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