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Cristina García Rodero

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Cristina García Rodero. La Dicha. La Habana, Cuba. Cortesía de la artista

Hasta que el cuerpo aguante

Dicen que una fotografía te hace inmortal. Que cuando quedas fijado en ese pedazo de papel que, entre magia y técnica, es una fotografía, ya no mueres nunca. Posiblemente quien haya dicho esto pensaba en alguno de los miles de personajes que aparecen en la obra de Cristina García Rodero. Son una legión de hombres y mujeres, niños eternamente risueños, sonrisas y gestos congelados para siempre, que brillan otra vez cuando se les mira. Pero hay también mucha tristeza, tal vez la inevitable tristeza de saber que la eternidad no está hecha para la alegría, que todo fue apenas un momento fugaz, tal vez la tristeza que viene después de la alegría. No parece que pueda haber placer sin dolor, alegría sin tristeza. Como en la fiesta más alegre, después de las risas, de la comida, de la bebida, de las carcajadas, del baile, después viene una resaca que nos deja la boca, el estómago y la cabeza vacías y tristes. Después de la fiesta en las calles, a la mañana siguiente, sólo queda basura, aunque lo que se celebrase fuese una fiesta de vida y amor.

Cristina García Rodero sabe mucho de fiestas. De alegrías y de tristezas. Sabe mucho de la gente. Ella ha viajado desde hace muchos años por pueblos y ciudades de España y de todo el mundo. Como un titiritero, de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta, de sonrisa en sonrisa, ha sido testigo de rituales de vida y de muerte, de fiestas sacras y paganas, públicas y privadas. Porque, al final, todas ella conviven en cada una y en todas. La fiesta puede ser de todo un pueblo, de un millón y medio de personas en un sólo lugar, o de dos que bien se quieren y pueden reír y bailar y disfrutar de espaldas a todo. Porque la fiesta es olvidarse de todo, enloquecer, hacer algo diferente, o al menos vivirlo de una forma especial. Cumpleaños, nacimientos, bodas, reencuentros, triunfos, fechas típicas, desde la puesta de largo de las adolescentes de clase alta o la ‘fiesta de los 15’ entre las quinceañeras de Latinoamérica, hasta el baile de los jubilados, todo puede ser una fiesta.

La mirada de García Rodero ha estado atenta a las inflexiones de los cuerpos, a las sombras de las sonrisas, a los fragmentos de escenas dentro de otras escenas, ha sabido captar el detalle individual en grandes celebraciones, rescatando a las personas de entre las masas y los tópicos.…

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