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Laurie Simmons

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piernas

Laurie Simmons. Magnum Opus II (the Bye-Bye), 1991. Courtesy of the artist.

Cosas sobre piernas

Existe inevitablemente un momento incómodo cuando un grupo de imágenes está acabado y otro por comenzar. Aunque disfruto de la sensación de finalización, otra parte de mí está abierta a mensajes sobre cómo ir hacia adelante.

Un día, mientras visitaba al ventrílocuo Doug Skinner, vi una pequeña fotografía en blanco y negro colgada de su pared. Era una caja de algo así como biscotes o galletas sobre un par de piernas de mujer. Muy simple, solo una caja sobre unas piernas. Me recordó un temprano anuncio televisivo en el que unos paquetes de cigarrillos bailaban sobre un escenario con botas blancas de majorette. Era simplemente un recuerdo – más como un loop cinematográfico – y no podía quitármelo de la cabeza. El recuerdo se mezclaba con visiones de nadadoras sincronizadas y de los bailarines de June Taylor en el Jackie Gleason Show. Hacían rutinas de corista reminiscentes de los espectáculos fílmicos de Busby Berkeley. Jackie Gleason había desarrollado esta idea de rodar con una cámara elevada de tal modo que las dieciséis bailarinas pudieran verse de una vez sobre una pantalla pequeña de televisión. Sus movimientos caleidoscópicos de brazos y piernas se convirtieron en el elemento distintivo del show. Por supuesto, iban vestidas con lentejuelas y lamé.

La madre de mi mejor amiga del instituto, una pelirroja de piernas largas, fue una Rockette. Cuando se tomaba un par de copas (que era bastante a menudo), trataba de enseñarnos cómo taconear. Reivindicaba su fama recordando que una vez, cuando Fred Astaire pasó por el Radio City Hall, la vio y le dijo “Hola, Red”. Como resultado, mantuvo su flamante pelo rojo hasta el día que murió.

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Laurie Simmons. Walking Camera II (Jimmy the Camera/Color), 1987. Courtesy of the artist.
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Laurie Simmons. Walking Purse, 1989. Courtesy of the artist.

Las piernas me perseguían. Creo que el muñeco charlatán me había agotado. Las conversaciones estaban en mi cerebro, y necesitaba ir a un lugar más tranquilo, uno menos cerebral y más físico. Los muñecos no pueden caminar por sí mismos. Necesitan ser levantados y llevados como si fueran niños. Sin un ventrílocuo que los despierte, son absolutamente pesos muertos, los más inanimados de todos los personajes. A comienzos de los ochenta, había tomado muchas imágenes de personas y muñecas bajo el agua. Echaba en falta la gracia y las coreografías de ese momento, particularmente el silencio peculiar que se experimenta bajo el agua.…

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