Deseos y ficciones: la reescritura de la memoria
“Todo empezó como un juego, tras toparme con una foto antigua de dos chicas que unían sus mejillas —cheek to cheek—: esas dos chicas me parecieron enamoradas, y quizás lo estuviesen” 1García, C., Mujeres, amor y mentiras, 2003, Madrid, Tf. Editores..
Las imágenes, en sus usos performativos, albergan la capacidad de intervenir y modificar lo real. En su hacer, generan un espacio cómplice donde imaginar, conjuntamente, otras realidades donde sentirse identificado, un espacio de renegociación de las propias identidades, así como de crítica histórica y discursiva. La imaginación es una herramienta de transformación social y de acción política, puesto que las ficciones articulan posibilidades alternativas y habilitan aquello impensable en otros contextos.
Es inevitable proyectarse sobre las imágenes que nos encontramos y preguntarse si existimos en ellas, si pertenecemos a ese lugar, si esa herencia nos corresponde, si nuestras vidas son vivibles en aquellos mundos retratados. Para las subjetividades disidentes este no es un ejercicio banal; supone, en muchas ocasiones, una estrategia de supervivencia. En este sentido Carmela García toma los imaginarios hegemónicos y les da la espalda para imaginar mundos fuera de ellos. Bucea los anticuarios, los álbumes desechados y las cajas llenas de fotografías amateur abandonadas en busca de cristalizaciones de ternura, afecto y resistencia, que encuentra en fotografías anónimas de mujeres, a menudo inmortalizadas en pareja o en grupo. Mujeres en el parque, mujeres de excursión, mujeres en gabardina y pantalón, mujeres con sombrero, mujeres entrelazadas, mujeres en la playa, mujeres sonrientes, mujeres cómplices, mujeres amantes, o no mujeres. Sustituye el espacio objetivo de su origen con el subjetivo de su mirada para, así, poder contar otra historia, aquella que no fue narrada.
Carmela García toma los imaginarios hegemónicos y les da la espalda para imaginar mundos fuera de ellos
Carmela García parte de su propia experiencia disidente para trazar hilos con un pasado que, históricamente, nos ha sido arrebatado. Recoge la herencia real e imaginada de sus ancestras y se apropia de espacios y tiempos, de imágenes, códigos y lenguajes que no le pertenecen, para subvertirlos y resignificarlos con su mirada. En este giro crítico hacia el pasado, se hermana con los fantasmas de aquellas historias que no fueron reconocidas y de aquellas vidas lesbianas que fueron silenciadas, que no quedaron recogidas en álbumes familiares ni archivos cotidianos, para, desde la fantasía y la ficción, darles por fin un lugar.…
Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO
Suscríbete