Bacongo como París, París como Bacongo
En su ensayo titulado “Sartor Africanus”, Richard J. Powell vincula una vieja fotografía de un músico de jazz en una calle de París publicada en 1927 en el periódico The Chicago Defender con esa pregunta trampa, como tantas otras, que se hicieran pocos años después los editores de La Revue du Monde Noir cuestionando con sarcasmo la teoría del filósofo Henri Bergson sobre la risa y lo cómico: “¿Por qué la visión de un Negro vestido a la europea produce la risa del hombre blanco?”. La respuesta parecía evidente: “Porque el hombre blanco piensa que el Negro está disfrazado”. Un traje “a la europea”, el tradicional de tres piezas, que se pensaba máscara risible porque se olvidaba que no sólo era el vestuario para una representación, la de un estatus alcanzado que extrañaba, sorprendía e incluso molestaba a algunos, sino que también suponía el vestido de una presentación, la de un contexto histórico y social que se prefería evitar y no se quería recordar.
Como escribía el poeta afroamericano Amimi Baraka, “La ideología y el estilo son lo mismo”, y aunque esos elegantes hombres congoleños que adoptaron el traje de tres piezas en la década de los veinte al regresar a su ciudad de origen tras la emigración, lo hicieron en principio como símbolo de éxito y como una forma de “distinción”, descubrieron que eso que les diferenciaba podía transformarse en un instrumento político que manifestara su desacuerdo. Así esos pantalones, chaquetas, corbatas y chalecos que hablaban de un pasado colonial se convirtieron más tarde en su forma particular de oponerse a las normas tiránicas de un dictador –Mobutu– que buscaba, construyéndola, una presunta autenticidad africana y en su modo de declarar su pacifismo ante los continuos conflictos que asolaron y asolan África Central. Estos dandis congoleños, los sapeurs, miembros de la SAPE, Societé des Ambianceurs et des Personnes Élégantes, como sus antepasados decimonónicos, no son sólo estilosos maniquíes andantes sino que su elección del traje “a la europea” determina asimismo una actitud y una forma de vida que se rige por unas estrictas normas que no son sólo estéticas sino también éticas o, si prefiere, morales que hacen de esta práctica una religión, la Kitendi o religión de la ropa como también la llaman.…
Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO
Suscríbete