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Weegee | Asesinatos S. A.

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Weegee. The Lineup, 1939

1Este texto es un fragmento de la autobiografía escrita por el propio Arthur H. Fellig, Weegee, “Weegee by Weegee: An Autobiography”, New York, Ziff-Davis Publishing Company, 1961. pp. 51-76.Todo volvió a la normalidad. Los policías y los reporteros estaban contentos y yo estaba contento. Las guerras de bandas, los tiroteos, los asaltos, los secuestros… estaba en el ajo otra vez. Mis fotos, con mi crédito: “Foto por Weegee”, estaban apareciendo en los periódicos todos los días. La revista Life se percató y publicó un artículo de dos páginas y media en su sección “Hablando de imágenes” en el que hablaban de cómo trabajaba yo en el cuartel de la policía. Fui “foto de la semana” varias veces.

Ahora todos los periódicos y semanales me ofrecían trabajo. Yo les decía que no me insultaran, intentaba seguir siendo un espíritu libre.

Me compré un Chevy coupé 1938 marrón nuevecito. Luego conseguí mi pase de prensa y un permiso especial de la comandancia para tener una radio de policía en mi auto, la misma que tenían las patrullas. Yo era el único fotógrafo de prensa que tenía una.

Fui “foto de la semana” varias veces

Mi coche se convirtió en mi casa. Era un dos plazas con un compartimento portaequipajes extra grande. Guardaba todo ahí: una cámara extra, cajas de flashes, portanegativos cargados, una máquina de escribir, botas de bombero. Cajas de puros, salami, película infrarroja para fotografiar en la oscuridad, uniformes, disfraces, un cambio de ropa interior y zapatos y calcetines extra.

Ya no tenía que quedarme pegado a la máquina de teletipos en el cuartel de policía. Ya no tenía que esperar a que el crimen viniera a mí, yo podía ir tras él. La radio de policía era mi salvavidas. Mi cámara… mi amor y mi vida… era mi lámpara de Aladino.

Comenzaba mi tourné a media noche. Primero, revisaba el teletipo de la policía para enterarme de lo que había estado pasando. Luego, al coche. Encendía la radio de policía, luego la radio del auto que sintonizaba en las emisoras de música clásica. La vida era como un programa, trágico pero a tiempo, con algunos respiros cómicos intercalados entre los crímenes.

De la medianoche a la una escuchaba las llamadas a las emisoras sobre los mirones que espiaban los dormitorios de las enfermeras desde los techos y las escaleras de incendios. Los polis se reían de esas… dejaban que los chicos se divirtieran.…

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