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Aristeo Jiménez

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Aristeo Jiménez. Travesti échate un taco, 1987-92. Courtesy of the artist.

Cantinas de Monterrey

Casi en la frontera con el vecino rico de arriba, Estados Unidos, Monterrey es una ciudad rica, floreciente y, sin duda, uno de los focos industriales y económicos de México. Pero, como todas las ciudades, por muy ricas que se presenten, tiene sus zonas oscuras. Y más si estamos cerca de una frontera. La periferia, esos lugares que persisten en contra del desarrollo, en contra del propio tiempo. Algo parecido pasa con la fotografía de Aristeo Jiménez (Ahualulco, San Luis Potosí, 1960) que llega con su familia a instalarse en Monterrey con diez años, y que se asomaría al mundo de la fotografía a los catorce para ser tutelado en su educación en Ciudad de México hasta que a los veintiún años volviera a la que considera su ciudad, Monterrey.

Se ha escrito mucho de que su trabajo trata de la “estética de lo atroz”, no creo que haya nada atroz en sus fotografías, simplemente muestra lo que muchos otros no quieren ver, otra forma de ser y de estar

Su foto resiste al color, resiste a las modas y a las tendencias. Sobrevive a la esencia de la realidad. Aristeo Jiménez es conocido como el fotógrafo de la noche de Monterrey, pero de la noche allí donde la luz la ponen unas bombillas peladas, una luz amarillenta y dudosa. La fotografía de las cantinas de la periferia, de las zonas conurbanas, y también de los bares de carretera. Pero no nos confundamos, estas imágenes no son de ayer, de otro tiempo, son de hoy, de ahora mismo. Son fotografías tomadas al filo del siglo XXI, aunque sean en blanco y negro, aunque sus protagonistas y sus lugares parezcan salidas de otros tiempos ya superados y olvidados. Hoy, Monterrey, y otras muchas ciudades, siguen teniendo estos bares. Porque siguen teniendo una población que son su clientela, una sociedad paralela que no encaja en los bares modernos, que siguen vistiendo y comportándose así.

Illustration
Aristeo Jiménez. Hombre bebiendo, 1987-92. Courtesy of the artist.

Jiménez es uno más, alguien del lugar, no les resulta un extraño. Conoce de lo que se trata. Sabe buscar los lugares, conoce los antros, y siente cómo esas paredes y esas personas son protagonistas de otras historias ocultas. Se ha escrito mucho de que su trabajo trata de la “estética de lo atroz”, no creo que haya nada atroz en sus fotografías, simplemente muestra lo que muchos otros no quieren ver, otra forma de ser y de estar, restos aún calientes de lo que fuimos, y quisiéramos que ya no existiera porque sigue formando parte de nosotros.…

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