Caminos sin retorno
En la Inglaterra del sur donde creció Anna Fox (1961, Hampshire, Inglaterra) hay un imaginario de lluvias, maizales y caminos desiertos donde la soledad y el peligro acechan a cada paso. Junto a su colaboradora y performer Alisson Goldfrapp regresó a su condado natal en busca de sus miedos infantiles, a los lugares incomunicados y desiertos de su adolescencia, recreando el paso de niña a mujer en un entorno rural. También regresó a las historias populares que alimentaban esos miedos, como el caso de La dulce Funny Adams a la que un empleado de banco engañó para alejarse de sus amigos y acabó por cortar su cuerpo en pedazos, en Alton a principios del siglo pasado.
Ser perseguida, llevar una falda corta, andar sola de noche, despertar los instintos más bajos e incontrolables… en definitiva ser vulnerable y, sentirse objeto de deseo, sigue estando a la orden del día. Vivimos la misma indefensión, las mismas advertencias que transmiten el miedo de generación en generación: no salgas, no te expongas, no vayas sola, no te pintes, no mires a los ojos, no seduzcas… Esta sociedad conservadora que el documentalismo inglés de los sesenta se empeñó en combatir, esta sociedad amenazadora y retrógrada no está tan lejos de la manipulación emocional de los medios de comunicación desde la violencia del telediario hasta los anuncios antiarrugas que manipulan y alimentan cada día nuestros temores. Dentro de esta fotografía comprometida con la igualdad de género y los derechos sociales, se inscribe la fotografía de Anna Fox. En esta serie Country Girls realizada entre 1996 y 2002 nos recuerda nuestra historia, un pasado no tan lejano, unos miedos que aún heredamos. Ser mujer, ser víctima, es un lastre que estas fotografías reviven y escenifican a modo de duelo, un homenaje a la mujer sometida, a una mujer del pasado cuyos miedos aún acechan.
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