Tiergarten. Jardín de las bestias
No sé si puedo hablar del paisaje en general, pero puedo hablar del Tiergarten. Es como estar metida dentro de un cuento. Lo descubrí en otoño un día al volver a casa; quise atajar un trayecto porque empezaba a oscurecer. Cuánta belleza, cuántos colores, qué voluptuosidad… Qué sencillez y complejidad al mismo tiempo.
Cuando paseo por Tiergarten con mi bicicleta, me siento como aquella niña que fui, y que había olvidado. El paisaje me acerca a aquellas emociones de la infancia parecidas a la plenitud y a la felicidad. Es difícil describir la excitación tan intensa que me produce este parque, que a veces se transforma en bosque y a veces en jardín. Es una exaltación de la naturaleza frente a la razón.
Tardé unos días en entender que todo aquello estaba preparado. Aquello era un escenario que alguien había diseñado para provocar en el espectador todos esos estados de ánimo: sorpresa, misterio, fascinación, alegría, tristeza… Eso fue lo que me enganchó más. No sé de quien estoy más enamorada, si del parque o del autor. El artífice de este proyecto fue Peter Joseph Lenné a principios del siglo XIX.
Disfruto haciendo estas fotos. A menudo me pregunto: ¿qué más da todo al mirar este paisaje tan conmovedor? ¿Acaso podemos explicar el éxtasis de la contemplación, el disfrute de la mirada? A veces, hay que suspender el afán de dar sentido a todo lo que experimentamos y dejarse llevar por la sensualidad y el goce. Tal vez, el exceso de sentido en ocasiones sacrifique la belleza intrínseca de las cosas.
Este paisaje vuelve a tener algunas de esas características que recorren mi trabajo artístico, como las paradojas y las contradicciones entre lo salvaje y lo civilizado, entre lo animal y lo humano, entre la palabra y la imagen,… o entre lo que se puede y lo que no se puede decir.
Tiergarten es un jardín romántico, y además, alemán. Un paisaje fuera del tiempo. Un lugar para mirar y sentir… y después, reflexionar.…
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