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Amparo Garrido

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Antonio Tabernero. Yo vi una vez un arbol que habitaba una casa (Calatayud), 1995. Courtesy of the artist.

Fui a buscar entre los libros de mis fotógrafos favoritos.

Volví a hojear los maravillosos retratos de Richard Avedon, In the American West. Busqué aquella foto que me pone tanto de Andrés Serrano: Piss Christ, publicada en el libro Body and Soul. Degusté de nuevo a Robert Mapplethorpe, a Diane Arbus, y a otros artistas que en algún momento de la vida me partieron la cabeza en dos, o me robaron el corazón.

De repente me di cuenta de que, allí en la librería, en un lugar especial, justo encima de los libros, tenía una foto loca de mi querido amigo Antonio Tabernero. Suele pasar: lo tenemos enfrente y no lo vemos.

Esta es una foto que yo amé desde que la vi y que mi pareja de entonces, que sabía de mi deseo, me regaló.

Una foto a primera vista “povera”, misteriosa, melancólica quizás… hecha con una cámara de usar y tirar que Antonio reciclaba desmontándola y volviendo a meter carretes en blanco y negro, con la rebeldía de luchar contra el consumismo, con el coraje de hacer fotos no con la cámara carísima, si no con el “ser”.

Si escuchamos la imagen, todo eso late, pulsa, emite una frecuencia, un campo vibratorio que aunque muy bajito nos cuenta de la persona que tuvo la fuerza y la osadía de parar el coche en medio de la carretera, bajarse, adentrase al campo ya casi de noche, y hacer la foto como si de una orden superior se tratara.

Esta es una foto que yo amé desde que la vi y que mi pareja de entonces, que sabía de mi deseo, me regaló

Si la miramos desde un lugar distinto al que estamos acostumbrados a mirar, vemos además otras cosas… El árbol que empuja, que quiere vivir, que emerge con energía de la tierra a pesar de la casa. La libertad, versus la seguridad y el cobijo de un lugar donde guarecerse. La dualidad entre la naturaleza y este mundo en el que vivimos que se rige por unas normas que ya no entiendo desde hace tiempo. El poder de la intuición. El humor, y también, eso que llamamos “justicia poética” ¿Quién estaba antes?

Amigo, compañero, maestro, no dejes nunca de ser árbol, y de seguir con fuerza empujando hacia al cielo.…

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