Ahmad y la sonoridad de los besos
Para mayo de 1953, Hashem el Madani había ahorrado lo suficiente para dejar su primer estudio, que había montado unos años atrás, en 1949, en casa de sus padres, en el casco viejo de Sidón (Líbano). Alquiló un nuevo espacio en la ciudad moderna, en la primera planta del moderno edificio Shehrazade, que también albergaba el nuevo cine del mismo nombre. Madani llamó Shehrazade a su estudio, que estaba compuesto por tres habitaciones además del cuarto oscuro y el lavabo. Las tres estancias principales estaban comunicadas entre sí y empezaban con un espacio de recepción, seguida de una sala de espera intermedia con más espacio de almacenaje y vitrinas con equipos y el archivo del estudio y, por último, el estudio propiamente dicho.
Poca gente puede imaginar de verdad los cambios que el cine introdujo en la vida de la gente en ciudades conservadoras como Sidón, en el sur del Líbano. En los años treinta y cuarenta, la gente empezó a ver a hombres y mujeres besándose en las películas, lo que no era habitual en público en Sidón. Madani juraba que, en toda su vida, no había fotografiado a hombres y mujeres besándose. Recordaba que, en una única ocasión, un hombre se había presentado en el estudio con una mujer y, cuando el fotógrafo estaba a punto de pulsar el disparador, el hombre había besado rápidamente a la mujer en la mejilla y el gesto había sido captado por la cámara del fotógrafo. Por lo demás, las mujeres rechazaban las ofertas de ser fotografiadas besando a un hombre, lo que podía arruinar su reputación.
Las películas exponían a la gente a escenas de besos en la boca, muy frecuentes en las películas egipcias, que gozaban de mucha popularidad incluso en las sociedades conservadoras. La primera vez que Hashem el Madani vio una película fue cuando un camión del ejército francés aparcó en un solar vacío cerca del viejo palacio y empezó a proyectar imágenes animadas en una pantalla autoportante, para asombro de otros niños y transeúntes. Debía de ser en torno a 1940.…
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