El martes 5 de diciembre por la noche se desveló el nombre del ganador del premio Turner 2023, el británico Jesse Darling. Darling ha convencido al jurado por sus esculturas hechas de objetos cotidianos que expresan “la desordenada realidad de la vida” y las inquietantes “nociones de trabajo, clase, britanidad y poder”. Una lista de cuatro finalistas había sido anunciada en abril de este año.
El Turner Prize, el equivalente del Velázquez de las Artes Plásticas español, es el más prestigioso de la escena artística británica y uno de los más importantes del arte visual contemporáneo. Se otorga a un artista nacido o establecido en Gran Bretaña, en reconocimiento por una “exposición destacada u otro tipo de presentación de su trabajo” celebrada en los doce meses anteriores en una sala de exposiciones británica. Artistas tan reconocidos hoy en día como la pareja Gilbert & George, Tony Cragg, Richard Long, Anish Kapoor, Douglas Gordon, Wolfgang Tillmans, Jeremy Deller o Laure Provost recibieron en su día el galardón.
La Tate Britain es la encargada de la concesión del premio, que en el caso del ganador asciende a 25.000 libras
Además de considerarse un barómetro del estado de ánimo nacional, el premio tiene también un rol de mediador entre la escena del arte contemporáneo, vista en muchas ocasiones como hermética y elitista, y el público de a pie; entre otras cosas, la exposición a la que da lugar el premio viene acompañada de variadas actividades que tienen como objetivo la inmersión cultural y social de visitantes y residentes del espacio que acoge la muestra.
El premio, que alude al pintor romántico británico J. M. W. Turner, nació en 1984, cuando el grupo de donantes asociados a la Tate Gallery conocido como Patrons of New Art quiso promover la creación contemporánea. La Tate Britain es la encargada de la concesión del premio, que en el caso del ganador asciende a 25.000 libras y, en el de los finalistas, a 5.000. A la cabeza de un jurado de personalidades destacadas del arte contemporáneo se encuentra el director de la Tate Britain, Alex Farquharson. En esta ocasión, en el proceso de deliberación ha estado acompañado de Martin Clark, director del Camden Art Centre de Londres, Cédric Fauq, comisario en jefe del Capc musée d’art contemporain de Burdeos, Melanie Keen, directora de la Wellcome Collection de Londres y Helen Nisbet, directora artística de Art Night de Londres.
Siendo el premio otorgado a una exposición o evento celebrado en los doce meses anteriores en Londres, desde 2011 el criterio se amplía a museos del resto del país, alternándose cada año un espacio londinense y uno externo. En los años anteriores tuvo lugar en Liverpool, Gateshead, Derry, Glasgow, Hull, Margate y Coventry. Se trata de una dinámica que beneficiaría a la Tate, quien en esos años solo paga el premio, mientras que del montaje de la exposición se encarga la institución de acogida.
El anuncio ha tenido lugar en los Winter Gardens de Eastbourne, localidad de East Sussex, en la costa sur de Inglaterra. Precisamente es la sala de exposiciones Towner Eastbourne, que este 2023 celebra su centenario con un amplio programa, el “Towner 100”, la que acoge actualmente la exposición de los cuatro finalistas —desvelados el pasado 27 de abril— desde el 28 de septiembre hasta el 14 de abril de 2024.
Jesse Darling o la expresión del colapso social
El artista, nacido en Oxford en 1981 y actualmente residente en Berlín, ha ganado el Turner por sus esculturas de materiales reciclados de la vida cotidiana que reflejan la inestabilidad política de nuestro tiempo. Sus exposiciones individuales No Medals, No Ribbons en el Modern Art Oxford de la ciudad homónima y Enclosures en el Camden Art Centre de Londres habían llamado la atención del jurado. Darling trabaja la escultura y la instalación con una habilidad para manipular materiales diversos de una manera que el jurado ha considerado que revela el caos de la realidad, la vulnerabilidad del cuerpo humano y la precariedad de las estructuras de poder. Entre los elementos que conforman sus instalaciones, hormigón, alambres de espino, picos anti-palomas, banderolas del Jubileo desteñidas o barreras peatonales que aluden tanto al derecho a protestar como a los cordones policiales: son alusiones al sistema de un Estado británico en colapso realizadas con humor y sátira. Como dijimos, el Turner puede verse como un barómetro del estado de ánimo nacional.
Según el jurado, su obra “transmite un mundo familiar pero delirante que invoca el desmoronamiento de la sociedad; su presentación desestabiliza las nociones percibidas de trabajo, clase, britanidad y poder”. Farquharson añadió que la obra de Darling toca temas como el Brexit, la nacionalidad, la identidad, la burocracia, la inmigración y la austeridad.
En su discurso como ganador, Darling señaló la política llevada a cabo en los ochenta por Margaret Thatcher, quien sacó el arte de los colegios por ser “económicamente inviable”. Una medida que ayudó a apartar la cultura del día a día y vincularla a una élite socioeconómica. Al final del discurso, Darling sacó un pañuelo palestino de su bolsillo y, al ser preguntado por el gesto, respondió que “está ocurriendo un genocidio y quería decir algo al respecto en la BBC”.
Los finalistas, unidos en torno a la agitación política británica
Tras la selección de los últimos años, en los que los finalistas habían sido colectivos, grupos de arte comunitario o hasta 10 beneficiarios diferentes durante la pandemia de la COVID-19, el plantel vuelve a un formato más o menos clásico, el de cuatro preseleccionados. Como resultado, a cada uno se le dedica un espacio dentro de la exposición conjunta organizada en el espacio de acogida. En palabras de Farquharson, “Hay una sensación de actualidad en todas las obras, y en ese sentido creo que es un año realmente bueno. Cada uno a su manera, se siente del momento”.
Ghislaine Leung (Estocolmo, Suecia, 1980), instalada en Londres, fue escogida como finalista por su exposición individual Fountains en el espacio independiente de arte contemporáneo experimental Simian, en la localidad danesa de Ørestad, Copenhague. Tomando como base el sistema de ventilación reutilizado de un bar, Leung ha trabajado a partir de los sets de instrucciones que prueban los límites del espacio de la galería, dando la vuelta a la estructura de la exposición (conductos y rejillas de ventilación) y subvirtiendo elementos como monitores para bebés, puertas de seguridad para niños, estructuras hinchables, juguetes y fuentes de agua para realizar una reflexión sobre el tiempo, el ocio y el trabajo y, en fin, sobre los propios medios de producción de la actividad artística.
Darling y Walker eran los favoritos para el Turner
Por su parte, el arte en su dimensión más social se materializa en la obra de Rory Pilgrim (Bristol, 1988). Su proyecto RAFTS (celebrado en la Serpentine de Londres y en Barking Town Hall and Learning Centre, en Barking), así como la performance de la obra (puesta en escena en Cadogan Hall, Londres), es, podría decirse, un proyecto de concienciación de la salud mental. En estas piezas entrelaza historias, poemas, música y cine creadas en colaboración con las comunidades de Barking and Dagenham, municipio de Londres, para meditar sobre los cambios y conflictos sobrevenidos durante la pandemia de la COVID-19. Pilgrim lo ha realizado en colaboración con el colectivo Green Shoes Arts, que tiene como objetivo ofrecer bienestar a través de la creatividad a la comunidad de la ciudad. La complicidad entre artista y comunidad se expresa en el tono de confidencia y vulnerabilidad de la performance.
Los retratos monumentales de afectados por el llamado “escándalo Windrush”1Caso ocurrido en Reino Unido a partir de 2018 y que implicó a personas procedentes de excolonias británicas, que fueron detenidas injustamente, privadas de derechos legales y amenazadas con la deportación al negárseles su estatus de inmigrantes legales., expuestos en la 15ª Bienal de Sharjah, en los Emiratos Árabes, bajo el título de Burden of Proof, le han valido un puesto de finalista a Barbara Walker (Birmingham, 1964). Walker trabaja aquí el retrato de gran formato para engrandecer pequeñas historias, humanizándolas. Los retratos, que a pesar de la escala expresan una profunda intimidad y ternura, han sido realizados en carboncillo directamente sobre las paredes de la sala de exposiciones, y son acompañados de facsímiles de los documentos que tuvieron que entregar estas personas para probar su derecho a permanecer en el país. Como si el proyecto de Walker estuviera vinculado con el de Darling (con el que conecta, a través de un corredor abierto en la sala de exposiciones), Walker plantea aquí cuestiones referentes a la identidad racial, el poder y la exclusión.
Darling y Walker eran los favoritos para el Turner, siendo las críticas de los otros dos finalistas poco halagadoras. La obra de Leung había sido criticada por “aburrida”, y la de Pilgrim, aunque bella, por “fría y rebuscada”.
Polémicas y evolución del premio
Como todo premio que se precie, el Turner nunca ha estado exento de críticas. Desde los primeros años, las críticas han apuntado a su complejo proceso de selección que, previamente a la resolución final del ganador del año, prevé una etapa intermedia de determinación de una (no tan) breve lista de hasta seis artistas. Debido a las polémicas, los criterios han ido cambiando. Si al principio eran eligibles tanto artistas emergentes como consolidados, además de críticos y gestores culturales —para poner un ejemplo traído a nuestro país, el Velázquez podría llevárselo el comisario y director de museos Manuel Borja-Villel o la profesora, ensayista y crítica de arte Estrella de Diego—, en 1991 la selección se limitó a cuatro nominados menores de 50 años. Posteriormente, en 2017, las limitaciones de edad desaparecieron, dando también la oportunidad a artistas maduros (en edad, que no en carrera). Además, se ha ampliado la concepción de artista “británico”, pues actualmente puede ser concedido tanto a los nacidos en Gran Bretaña, residentes en otros países, como a los de procedencia extranjera pero que residan allí.
Por supuesto, el debate se ha centrado también en torno a la propia concepción de arte. Son recurrentes las apreciaciones de ciertos críticos que ridiculizan las propuestas de quienes se sitúan lejos de las prácticas tradicionales como la pintura o la escultura. Fue el caso de artistas provocadores pertenecientes al movimiento Young British Artist como Damien Hirst y Tracey Emin, que en la década de los noventa crearon controversia con sus obras. En el caso de Hirst, el Prize se lo llevó en 1995 por su pieza Mother and Child Divided que presentaba, conservados en formaldehído dentro de cuatro tanques de vidrio, una vaca y su ternero partidos por la mitad. Este tipo de pieza, que Hirst ha repetido con otros animales, ha sido el centro de numerosos debates, señalado como ejemplo de la “obscenidad cultural” del comercializado mundo del arte o por la sospecha de que estos animales muertos desprendían gases tóxicos. En el caso de Emin, su cama revuelta en la que presenta objetos de la vida íntima como preservativos usados y sangre (My Bed), causó gran revuelo en 1999. Chris Ofili, ganador del premio en 1998, presentó en The Holy Virgin Mary una Virgen acompañada de recortes de revistas pornográficas y excrementos de elefante. Por su parte, Grayson Perry, cuyo trabajo suele incluir escenas de alto contenido sexual, recogió el Turner 2003 vestido de mujer, su alter ego Claire.
Tras años de expectación y de indignación mediática (recientemente, en 2019, los nominados se negaron a aceptar el galardón excepto como cuerpo único, compartiendo el premio entre todos; en 2020 fue cancelado por la pandemia), las aguas parecen volver a su cauce.
- 1Caso ocurrido en Reino Unido a partir de 2018 y que implicó a personas procedentes de excolonias británicas, que fueron detenidas injustamente, privadas de derechos legales y amenazadas con la deportación al negárseles su estatus de inmigrantes legales.