El imaginario creado en torno a la histeria es fértil y sugerente; tanto, que sigue dando pie a investigaciones y reflexiones, ya sean en forma de publicación o de exposición. Si, además, añadimos el apellido “surrealismo”, la fórmula resulta de lo más seductora. Porque todavía queda mucho por explorar y aclarar de la representación visual de la histeria femenina, una supuesta enfermedad asociada con la locura y con la abstinencia o represión sexual (de ahí su conexión con el útero, origen de este trastorno), y diagnosticada ya desde los antiguos griegos a partir de diversos síntomas como irritabilidad, pérdida de apetito, insomnio o desvanecimientos. Esta representación fue construida por la mirada masculina: iniciada en las últimas décadas del siglo XIX por el médico francés, fundador de la neurología moderna, Jean-Martin Charcot (1825-1893), fue continuada e introducida en el terreno del psicoanálisis por Sigmund Freud y, finalmente, incorporada en el ámbito artístico por el movimiento surrealista. Es en este último en el que se centra la muestra Histeria. La transgresión del deseo, que puede verse en el TEA de Tenerife desde el 23 de junio.
Sin embargo, la muestra se aleja de la idea de exposición monográfica, que podría hacer de la facilona bandera surrealista un reclamo para los visitantes. Más bien se inscribe en la de tesis, pues el propósito de los organizadores es dar una perspectiva contemporánea de la construcción de la imagen del cuerpo de la mujer a través de la indagación de la cultura visual, analizando el imaginario surrealista (con piezas de Man Ray, Max Ernst o Hans Bellmer), pero también incidiendo en cómo esa construcción sigue teniendo vigencia hoy en día, a través de ejemplos de obras de artistas más próximos en el tiempo como Joan Fontcuberta, Nobuyoshi Arak, Toni Catany, Juan Hidalgo, Ulay o Daido Moriyama. Como apuntaba en la presentación la comisaria de la muestra, Pilar Soler Montes, se trata de una exposición “más de cultura visual que de Historia del Arte”. Como si la distinción hiciera un favor a una u otra, por cierto.
Soler Montes (historiadora del arte y comisaria independiente, que ha trabajado en instituciones como el festival Off PhotoEspaña, La Casa Encendida o sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid), continúa aquí una investigación empezada hace años sobre la histeria, y que ha presentado recientemente en el ciclo de conferencias La mirada perversa, celebrada la pasada primavera en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.
Es ya célebre la historia que se cuenta sobre los miembros del grupo surrealista, que cuando se pusieron a teorizar sobre la sexualidad femenina no tuvieron el detalle de invitar a ninguna mujer a sus reuniones. Se trata de la misma ausencia patente en la exposición, aquí buscada deliberadamente: no hay ninguna mujer artista, aunque, como tantas veces, sus cuerpos sean el motivo de todas las obras de estos artistas masculinos.
Entre las obras clave (y quizá aún no tan sobadas, como las famosas muñecas desmembradas de Hans Bellmer o los maniquíes realizados para la Exposición Internacional del Surrealismo de París de 1938) se cuentan la Iconografía fotográfica de la Salpêtrière de Charcot (1877-1880) y el Tableau synoptique des traits physionomiques de Alphonse Bertillon (1909). Estas dos últimas son, de hecho, las primeras piezas en el camino que seguirán los surrealistas, y que se basan en la evaluación de los rasgos psicológicos y morales a través de una mirada clínica dirigida a la fisionomía humana. En primer lugar, con su Iconografía fotográfica de la Salpêtrière Charcot inventó el imaginario en torno a la histeria, clasificando a las pacientes con fotografías que representaban las distintas posturas y fases de la enfermedad. Como ya se ha demostrado, las difíciles posturas adoptadas por las enfermas fueron más pose que otra cosa, preparadas por Charcot para su plasmación fotográfica. Por su parte, el Tableau synoptique des traits physionomiques fue un sistema de clasificación inventado por el oficial de policía francesa Alphonse Bertillon que suele considerarse el origen de la antropometría, la técnica de identificación de criminales reincidentes basada en la medición cuantitativa de partes del cuerpo del sospechoso, siguiendo el principio (que después resultó falso) de que no existen dos individuos físicamente idénticos.
Los miembros del grupo surrealista, cuando se pusieron a teorizar sobre la sexualidad femenina, no tuvieron el detalle de invitar a ninguna mujer a sus reuniones
Los surrealistas se interesaron muy pronto por la idea de la histeria femenina pues, como señalan los organizadores de la muestra, representaba a la mujer contraria a la norma burguesa, a la belleza convulsa que tanto les fascinaba y perseguían plasmar en sus obras (y que también simbolizaban personajes predilectos del catálogo surrealista como la criminal y la prostituta). La reinterpretación erotizada y descontextualizada que hicieron de la histeria, en clave poética y no clínica, aparece ya en la publicación de André Breton y Louis Aragon La revolución surrealista (1928), y en el Diccionario Surrealista que se publicó con motivo de la citada Exposición Internacional del Surrealismo, celebrada en 1938 en la Galería de Bellas Artes de París. Por su parte, en Una semana de bondad (que ya pudo verse en España en 2009 en la notable exposición organizada por la Fundación Mapfre, en colaboración con el Musée d´Orsay de París), Max Ernst construyó una serie de collages a partir de las imágenes recortadas de los volúmenes de la Iconografía de Charcot; y en El fenómeno del éxtasis, Salvador Dalí representó el concepto de “belleza caníbal” mezclando recortes de imágenes pornográficas, enfermas y partes de cuerpo de fichas policiales.
La danza, el arte del movimiento por excelencia, también estuvo involucrada en esta historia de la histeria, pues en la citada Exposición Internacional se deleitó al público con un ataque de histeria, interpretado por la bailarina Hélène Vanel. (Pocas décadas antes, en uno de los tratados más modernos de danza de la época, Los sentimientos, la música y el gesto (Albert de Rochas, 1900), las imágenes de movimientos representadas para aprendizaje de las bailarinas recordaban claramente las posturas de las histéricas de Charcot.)
Además de estas piezas, como aliciente para la visita, se ha creado un espacio que representa un estadio anatómico y una especie de gabinete de curiosidades. Las obras, casi un centenar y de disciplinas tan variadas como la fotografía, el vídeo, la pintura, la escultura y las publicaciones, provienen de las colecciones de TEA, el Centro de Fotografía Isla de Tenerife, el Museo Reina Sofía de Madrid, o Getty Images. La exposición se completa con un ciclo de encuentros, una charla performativa y un catálogo, editado por This Side Up, donde se reúnen textos de la comisaria, Servando Rocha, Tania Pardo y el filósofo e historiador del arte francés Georges Didi-Huberman (quien ya analizó el fenómeno en 1982, en La invención de la histeria: Charcot y la iconografía fotográfica de Salpêtrière).
(Histeria. La transgresión del deseo, en TEA. Tenerife Espacio de las Artes, Tenerife. Del 23 de junio al 29 de octubre de 2023)