Hay artistas que se apegan fuertemente a la teoría y a referentes intelectuales de autoridad para, se diría, compensar y consolidar una práctica artística que sienten poco consistente, poco concluyente. Hay otros que se dejan llevar por sus propias intuiciones, por los saberes vernaculares que han cimentado su carrera, y que no tienen ningún recelo a evocarlos para explicar su obra o a mezclar conocimientos procedentes de marcos epistemológicos hegemónicos con otros marginalizados pero sobre el que asientan directamente su trabajo. Sería lo más coherente para alguien que defiende el paradigma decolonial. Es el caso de Tabita Rezaire, artista multidisciplinar que recupera saberes ancestrales que han sido suprimidos por el colonialismo, fusionando las nuevas tecnologías y los saberes indígenas. Tras pasar por bienales internacionales como las de Shanghái, Guangzhou, Kochi, Atenas y Berlín o museos como el Pompidou de París, La Serpentine de Londres o el MoMA de Nueva York, expone por primera vez en España. Su muestra monográfica Nebulosa de la Calabaza puede verse desde hace una semana en el espacio del TBA21 que acoge el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
Su trabajo se caracteriza por la integración de prácticas espirituales y tecnológicas, unidas en lo que ella describe como “ciencias de redes”
Uno de los cometidos con los que nació el TBA21 (fundado en Viena en 2002 por la filántropa y coleccionista Francesca Thyssen-Bornemisza, hija del barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, promotor de la Fundación que lleva su nombre y que desde 2019 acoge las exposiciones del TBA21 en Madrid) es el de comisionado, el del seguimiento de artistas interesados en desarrollar una práctica artística portadora de transformación social y medioambiental a los que acompañar directamente en la creación de obra. Tras anteriores comisiones como las de Walid Raad, Wu Tsang o Stephanie Comilang, el TBA21 ha producido tres instalaciones, bajo el comisariado de Chus Martínez y en colaboración con otras instituciones: la Fondation Louis Vuitton de París, el Schering Stiftung de Berlín o la Bienal de Lagos de Nigeria. Ofreciendo un recorrido inmersivo por las dimensiones espirituales, biológicas y ecológicas de la vida, estas piezas invitan a los visitantes a cuestionar las estructuras neocoloniales que aún prevalecen en la comprensión de la realidad, y proponen una reconexión con saberes ancestrales y con el entorno natural desde una perspectiva crítica y contemplativa.
El recorrido vital y profesional de Rezaire, desde París, donde nació en 1989, hasta la Guayana Francesa, donde vive actualmente, se nutre de todo aquello que ha ido encontrando a su paso. Además de artista, es devota, yogui, agricultora y doula (persona que ofrece apoyo físico y emocional a una mujer durante todo el proceso de gestación). Su trabajo se caracteriza por la integración de prácticas espirituales y tecnológicas, unidas en lo que ella describe como “ciencias de redes”, que incluyen sistemas electrónicos, orgánicos y espirituales como medios de sanación y cambio hacia una conciencia colectiva del corazón. Su enfoque profundamente decolonial se adentra en la memoria digital, corpórea y ancestral para enfrentar las cicatrices del colonialismo y los desequilibrios energéticos que afectan al cuerpo, la mente y el espíritu.
A través de estas obras, Rezaire honra las técnicas ancestrales y reinterpreta lo sagrado desde una perspectiva contemporánea
El título de la muestra, Nebulosa de la calabaza, alude a la vez al nombre que la NASA otorgó a una nebulosa avistada recientemente por el telescopio espacial Hubble, por su similitud con una calabaza, y a la querencia de la artista por esta hortaliza, que simboliza la existencia en sí misma, con la parte superior representando el cielo y la parte inferior el suelo, dos dimensiones presentes en esta exposición.
Las tres instalaciones presentes en el TBA21 son circulares, y dos de ellas están vinculadas a la figura de Yemoja, el espíritu madre de los océanos y los ríos en la tradición yoruba, considerada fuente de la vida. Recibe a los visitantes Omo Elu, que ha sido encargada por la Bienal de Lagos, en Nigeria. Compuesta por seis telas teñidas en índigo, representa las distintas encarnaciones de la orisha del agua Yemoja: como madre, sanadora, creadora, agua, gobernadora y bailarina. Rezaire se ha comprometido profundamente con la tradición del teñido con índigo, aprendiendo técnicas tradicionales en Nigeria y aplicándolas en su granja en la Guayana Francesa. Las telas teñidas en su primera cuba de índigo simbolizan la multiplicidad de significados asociados con Yemoja y el agua. A través de estas obras, Rezaire honra las técnicas ancestrales y reinterpreta lo sagrado desde una perspectiva contemporánea.
OMI: Templo de Yemoja, coproducida por el Schering Stiftung de Berlín, donde estuvo expuesta la pasada primavera, de nuevo rinde homenaje a Yemoja. El templo fue concebido durante un viaje de investigación a Tanzania, donde Rezaire, junto con el arquitecto Yussef Agbo-Ola (1990, Newport News, EE.UU.) y los biólogos del Instituto Max Planck, Alex Jordan y Anja Wegner, exploraron los ecosistemas de los arrecifes de coral y el lago Tanganica. La estructura, diseñada en forma de gota de agua, invita a los visitantes a un espacio multisensorial donde se ofrecen rituales dedicados a Yemoja con copos de coco, miel e índigo; cada uno de estos elementos simboliza una etapa de la vida, desde el nacimiento y la reproducción hasta la muerte. La instalación también incluye una inmersiva experiencia sonora que mezcla cantos rituales con reflexiones científicas, conectando los mundos físico y espiritual.
Por su parte, Des/Astres es una cabaña-planetario que evoca la arquitectura tukisipan del pueblo indígena Wayana, de la Guayana Francesa, y su maluwana (“casa del cielo”), un espacio tradicional de reunión para celebraciones y asambleas. Como un cielo digital, una videoinstalación es proyectada en un disco decorativo central bajo un techo de hojas de palma; el vídeo explora temas como la deforestación, la contaminación del agua y las cosmologías indígenas y yuxtapone la investigación científica con tradiciones sagradas, entrelazando entrevistas a científicos con otras hechas a guardianes de tradiciones locales. Los visitantes son invitados a recostarse en hamacas tradicionales amerindias mientras se sumergen en la proyección. Ha sido coproducida por la Fundación Louis Vuitton de París, en la que estará expuesta en primavera, en el contexto del programa Open Space.
Nos han enseñado a no confiar en nuestra pequeña voz, tenemos apagadas nuestras intuiciones
Desde EXPRESS tuvimos la oportunidad de hablar brevemente con la artista y hacerle unas pocas preguntas.
Express. Tu carrera te ha llevado de estudiar economía a desarrollar una práctica artística que se ha descrito como «afrociberfeminista», y de Francia, Dinamarca y el Reino Unido a Sudáfrica y la Guayana Francesa, donde vives y trabajas actualmente. Supongo que no hay comparación en términos de entorno o energía de una a otra. Me gustaría saber, en primer lugar, si ha habido algún tipo de revelación en tu viaje, y en segundo lugar, si la búsqueda y el encuentro con tus raíces ha tenido un impacto directo en el desarrollo de tu trabajo actual.
Tabita Rezaire. Cada territorio me ha regalado algo distinto o ha revelado una parte de mí. En París fue la implicación política; en Inglaterra es donde me hice artista, Inglaterra me dio los medios de vida y me ayudó a encontrar una forma de explorar mis aspiraciones políticas; en Sudáfrica pasé 3 años, allí la curación y la espiritualidad han tomado la delantera sobre el resto y en Guyana es donde me hice agricultora. Es como si me hubiera convertido en diferentes etapas de mí misma, como si me descubriera a cada momento en distintos territorios, que me dan una nueva versión de mí. Son distintas etapas de mí misma.
E. Tu trabajo se acerca a cuestiones fundamentales del paradigma decolonial. Más concretamente, ¿cómo se inscribe en estas cuestiones? ¿Tu proyecto de curación decolonial y tu planteamiento de fusión de los imaginarios científico y espiritual encuentra referentes artísticos o intelectuales en el pasado o en el presente, «aliados» entre los creadores del paradigma decolonial?
T.R. Mis inspiraciones son sobre todo la cultura vernacular, los contadores de historias, los amigos, los maestros espirituales… En cada viaje encuentro gente que me cuenta historias.
E. He leído que consideras a Internet como «occidentalocéntrica, excluyente, opresiva, racista y patriarcal». ¿Qué interfaces de comunicación decoloniales reclamas dentro de las nuevas tecnologías?
T.R. Hablar con mis plantas, con mis ancestros, la adivinación, los sueños… Cada cultura tiene la suya. Hay quien lee en los posos de café… hay otros canales de comunicación.
E. Pero supongo que es más fácil donde vives ahora, en la Guayana, que, por ejemplo, en Londres.
T.R. No, porque es algo que está en el interior, todos tenemos ancestros; se trata de ojos y de oídos distintos, y todos tenemos acceso a ellos. Nos han enseñado a no confiar en nuestra pequeña voz, tenemos apagadas nuestras intuiciones, las voces que hay en nosotros. Los espíritus nos hablan, nos envían señales, pero no queremos verlas ni oírlas.
E. En tu trabajo mezclas lo más arraigado en la tierra, la plantación de cacao que cultivas en la Guayana, con la búsqueda de lo divino. ¿Cómo encontrar los puntos comunes entre el materialismo y la espiritualidad?
T.R. Estar a la escucha de lo que está a tu lado, darle un lugar, existir fuera de nuestras opiniones y juicios, cosas que tendemos a negar. Pero por qué negarlo si es negar una parte de mí. No hay que negar esa parte de la vida. Vivimos en comunidad con los gusanos, los insectos, los ancestros, las montañas, los océanos… ¿Por qué nos separamos de la vida, por qué tenemos miedo de la vida que se expresa de otra manera? Nosotros somos solo una pequeña parte de ella. La vida es múltiple y diversa.
Rezaire es coherente en su compromiso con la naturaleza, que lleva a la práctica al convertirse hace pocos años en agricultora. Gestiona AMAKABA, un centro para las artes de la tierra, el cuerpo y el cielo instalado en la Guayana Francesa, donde cultiva cacao y plantas utilizadas para tintes naturales, y que también refleja su interés en integrar la espiritualidad con la ecología y la tecnología para explorar nuevas formas de conocimiento y curación.
La exposición incluye un amplio programa de actividades públicas diseñadas para involucrar a los visitantes en un diálogo más profundo con los temas de la muestra y profundizar en sus interpretaciones, tomando como guía espiritualidades alternativas, exploraciones astrofísicas o narrativas decoloniales. Se han programado charlas de expertos en arte, astronomía y cultura afrodescendiente, conferencias performativas (con Maria Arnal y Fernando Cucchietti), visitas guiadas (lideradas por miembros de los colectivos La Parcería, Madrid Negro, la artista y comisaria Raisa Maudit o el astrofísico José Antonio Caballero), talleres para niños y jóvenes en colaboración con el Real Observatorio de Madrid u ofrendas a Yemoja, de la mano de José Ramón Hernández, director artístico de OSIKÁN. Estas actividades buscan fomentar una mayor comprensión y apreciación de las cosmovisiones indígenas y las conexiones espirituales con el entorno natural.
(Nebulosa de la Calabaza, TBA21, Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Hasta el 12 de enero de 2025)