Hay muchas noches posibles, muchos tipos de oscuridad. Atendiendo a su etimología, fotografiar es escribir o dibujar con luz, de ahí que en su esencia, la fotografía pueda ser entendida como el arte de plasmar la luz en una imagen. Una luz que puede ser literal, como la que ilumina una escena, o figurada, como la que se proyecta sobre un sujeto para destacarlo y así poder capturarlo con la cámara. ¿Pero qué pasa cuando es la oscuridad lo que se quiere fotografiar y no la luz? ¿o cuando la esencia de lo fotografiado es eminentemente sombra? Aunque en los principios de la fotografía está la luz, a lo largo de su historia, la oscuridad ha sido igualmente esencial. Y dentro de las múltiples oscuridades existen muchas formas de ver. La falta de luz, y por ende de visibilidad, altera nuestra percepción del entorno. Cuando nos afanamos en ver en un contexto de oscuridad, estamos, entre otras cosas, esforzándonos por contemplar aquello que no puede o debe mirarse. En la interpretación binaria que desde las cosmovisiones occidentales tendemos a hacer del día y la noche como opuestos, la falta de luz, la oscuridad, llega al morir el día. Así, abrir los ojos en medio de la noche podría entenderse como una especie de renacer, de ocupar un espacio que te ha sido negado, de volver a adquirir conciencia.
Este es el hilo argumental de Eyes Open in the Dark, la propuesta del espacio londinense Raven Row para estos primeros meses de 2025. En ella se muestra la etapa final del trabajo del fotógrafo estadounidense Peter Hujar (Trenton, 1934 – Nueva York, 1987), destacado representante de la escena underground neoyorkina de los setenta y ochenta. En concreto, la parte producida a partir de su salida de una debilitante depresión a mediados de los setenta. Como quien abre los ojos en mitad de la noche y se encuentra sumido en la oscuridad, Hujar salió de la depresión y lo que vio fue un mundo devastado en el que su comunidad, marcada por la crisis del SIDA, estaba siendo destrozada.
La metáfora de abrir los ojos en la oscuridad funciona aquí para hablar de cómo, a través de la fotografía, Hujar mostró cuestiones que hasta entonces habían permanecido ocultas, invisibilizadas, fuera de los relatos visuales construidos por la fotografía artística y documental de la época. Temas como la enfermedad, la muerte y la vulnerabilidad de los cuerpos, pero también contextos, paisajes y seres, humanos y animales, nunca antes retratados. Con una profunda sensibilidad, pero sin miedo alguno, inmortalizó lo marginal y documentó con su cámara realidades ignoradas o consideradas indignas de ser representadas.
Su vínculo con movimientos contraculturales le permitió fotografiarlos desde dentro. Particularmente interesado por los retratos, Hujar capturó con su cámara muchas caras, conocidas y no, pero su afán retratista no se limitó a las personas, e incluyó también animales, arquitecturas… Fotografiase lo que fotografiase, el suyo siempre era un enfoque retratista. Limitándose al blanco y negro, la suya fue una búsqueda de la mirada de quienes retrataba, un constante intento por relacionarse de la forma más estrecha posible con lo que fotografiaba. Sus imágenes destacan por la textura y la intensidad con la que exploran temas como la sexualidad, la muerte y la vida. Influido por otros fotógrafos como Richard Avedon y Diane Arbus, Hujar, que comenzó su carrera en el ámbito comercial, la publicidad y la moda, pronto se embarcó en una investigación del lenguaje fotográfico mucho más artística y personal.
Las obras que componen Eyes Open in the Dark configuran una especie de reflexión visual sobre la fugacidad de la vida. Juntas son un álbum de amistades, denuncias, deseos
Si en 2017 la exposición que le dedicó a Hujar la Fundación Mapfre Barcelona, y que después itineraría a The Morgan Library & Museum en Nueva York, titulada A la velocidad de la vida, abarcaba su trabajo desde la década de los cincuenta hasta su fallecimiento, en esta ocasión, los comisarios —John Douglas Millar, biógrafo y amigo cercano de Hujar, Gary Schneider, artista y maestro impresor, y Alex Sainsbury, director de Raven Row— han decidido centrar la selección en sus últimos trabajos, los de las décadas de los setenta y ochenta. Quizá precisamente por ese cambio de tono, por esa tendencia a la oscuridad que a partir de los ochenta caracterizaría su producción fotográfica.
Las obras que componen Eyes Open in the Dark configuran una especie de reflexión visual sobre la fugacidad de la vida. Juntas son un álbum de amistades, denuncias, deseos. Un pacto con el carácter más real de la vida. Susan Sontag escribió sobre la obra de Hujar:
“…Fleshed and moist-eyed friends and acquaintances stand, sit, slouch, mostly lie —and are made to appear to meditate on their own mortality…Peter Hujar knows that portraits in life are always, also, portraits in death.” [“…Amigos y conocidos, con cuerpos encarnados y ojos húmedos, posan de pie, se sientan, se encorvan, muchos se tumban —y parecen estar meditando sobre su propia mortalidad…— Peter Hujar sabe que los retratos en vida son siempre, también, retratos en la muerte”].
A partir de la década de los setenta, y particularmente durante los ochenta, Hujar empezó a abordar de forma más explícita en su trabajo el tema de la decadencia y de la mortalidad. Sus fotografías se volvieron más íntimas y sombrías, dejaban traslucir la sensación de pérdida y sufrimiento que atravesaba no sólo su vida, sino la de sus amigos, su comunidad.
(Peter Hujar, Eyes Open in the Dark, Raven Row, Londres. Desde el 30 de enero hasta el 6 de abril de 2025)