No mucha gente puede decir que ha mirado a la muerte a los ojos y que ha sobrevivido para contarlo. Cuando se tiene una experiencia espiritual de tal calibre, quizá lo más lógico es que se canalice de alguna manera, que se quiera compartir lo que se ha visto con el resto de la humanidad. Bill Viola estuvo a punto de ahogarse en un lago cuando tenía seis años. Allí dentro se encontró con “probablemente el mundo más bello que haya visto”, como contó a Hans Belting en una entrevista. Después de aquello, Viola dedicó el resto de su vida a retratar el paso del tiempo, a explorar la espiritualidad y la fragilidad de la existencia. No todo el mundo sobrevive una segunda vez. Viola falleció el pasado viernes 12 de julio en su hogar en Long Beach, California, a los 73 años, a causa de un Alzheimer precoz. Pionero del videoarte, conocido por su exploración de las emociones humanas, Viola dejó un legado perdurable como uno de los artistas más influyentes en el ámbito de esta disciplina.
Temas y obras clave
Desde los años setenta, Bill Viola (1951, Flushing, Queens – 2024, Long Beach, California) destacó por su habilidad técnica en la grabación y edición de vídeo, creando obras que trascendían los efectos especiales para adentrarse en la conciencia humana. Su interés en el budismo zen, el sufismo islámico y el misticismo cristiano influyó profundamente en su trabajo, utilizando el vídeo para ralentizar el tiempo y hacer que los espectadores se volvieran conscientes de su propia existencia y pensamientos.
Viola encontró inspiración en las pinturas de los viejos maestros, creando vídeos que parecen retablos modernos adaptados a los medios más contemporáneos
Viola a menudo abordaba temas religiosos y espirituales. En 1983, su instalación Room for St. John of the Cross evocaba la celda del místico San Juan de la Cruz. Además de otras obras destacadas, como I Do Not Know What It Is I Am Like (1986, que mostraba el nacimiento de un polluelo) y Anthem (1983, en la que una niña grita en Union Station, Los Ángeles, con su grito manipulado para extenderse durante varios minutos), en los años noventa, tras la muerte de su madre y el nacimiento de su segundo hijo, la obra de Viola se volvió más personal. En 1992 creó Nantes Triptych, una obra compuesta por tres paneles de vídeo que representan el nacimiento, la muerte y una figura que flota en el agua, simbolizando el ciclo de la vida. Continuó explorando temas de vida, muerte, amor y redención, como en su comisión de 2014 para la Catedral de San Paul en Londres, Martyrs (Earth, Air, Fire, Water).
Viola encontró inspiración en las pinturas de los viejos maestros, creando vídeos que parecen retablos modernos adaptados a los medios más contemporáneos. Su obra, expuesta en museos de renombre como el Guggenheim, el Whitney y el MoMA de Nueva York o el Getty de Los Ángeles, le ha valido una comparación con artistas clásicos como Rembrandt y Miguel Ángel.
Carrera y logros
Viola estudió en la Universidad de Siracusa, Nueva York, donde se graduó con una licenciatura en Bellas Artes con una especialidad en Estudios Experimentales en 1973. Tras su graduación, trabajó como director técnico en el estudio de vídeo pionero Art/tapes/22 en Florencia. Entre 1976 y 1983 fue artista residente en el Laboratorio de Televisión WNET Thirteen en Nueva York, creando obras que se estrenaron en televisión. Viajó a las Islas Salomón, Java e Indonesia para grabar artes escénicas tradicionales. En 1977 se le invitó a mostrar su trabajo en La Trobe University en Melbourne, Australia, que entonces estaba dirigido por Kira Perov, con quien se casó en 1980 y comenzó una colaboración de por vida. En 1983 fue nombrado instructor de vídeo avanzado en el California Institute of the Arts en Valencia, en 1998 fue becario residente en el Getty Research Institute en Los Ángeles, y en 2000 elegido miembro de la American Academy of Arts and Sciences. Además, recibió una beca Guggenheim de artes plásticas en 1985 y la beca MacArthur “Genius” en 1989.
Sus obras trascienden lo que se muestra en pantalla, invitando a los espectadores a una experiencia visual y emocional única
Entre las exposiciones más destacadas de su carrera, Viola representó a Estados Unidos en la Bienal de Venecia de 1995 con la serie Buried Secrets, que incluía The Greeting, una interpretación contemporánea de La Visitación de Jacopo da Pontormo. En 2002, presentó el ciclo de frescos digitales Going Forth By Day, comisionado por el Deutsche Guggenheim Berlín y el Museo Guggenheim de Nueva York. En 1997, el Whitney organizó una retrospectiva de los últimos 25 años de su trabajo, que luego se presentó internacionalmente (en Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Ámsterdam y Fráncfort). Sus retrospectivas han sido acogidas por instituciones importantes como el Grand Palais de París (2014), el Palazzo Strozzi de Florencia (2017), el Guggenheim de Bilbao (2017) y la Barnes Foundation de Filadelfia (2019).
Exploración de la espiritualidad y de la percepción
Viola utilizó el vídeo para explorar los límites de la percepción. En Chott el-Djerid (A Portrait in Light and Heat) (1979), capturó imágenes de paisajes remotos, mostrando cómo una pequeña mancha negra se convierte lentamente en una figura humana que marcha a través de un paisaje ventoso. Esta obra y otras similares reflejan su búsqueda de alcanzar el límite donde la percepción se descompone. “Es como un enorme espejo para tu mente”, escribió Viola. “El interior se convierte en exterior. Puedes ver lo que eres”.
The Reflecting Pool (1977-1979) es una de sus primeras obras significativas, que muestra a Viola suspendido en el aire sobre un estanque antes de desaparecer y reaparecer transformado. Esta obra, junto con su instalación de 1983 Room for St. John of the Cross, muestra su habilidad para fusionar elementos escultóricos y videográficos. Sus instalaciones multicanal posteriores, como Going Forth by Day (2002), abordan ciclos épicos de nacimiento, vida, muerte y más allá. Aunque algunas obras fueron criticadas por su teatralidad, Viola siempre buscó representar lo indescriptible, utilizando referencias a obras maestras históricas como los frescos realizados por Giotto para la Capilla Scrovegni y La Visitación del citado Pontormo.
El trabajo de Viola, aunque profundamente conectado con el canon histórico del arte occidental, se centró en la cámara de vídeo para representar lo nunca visto. Sus obras trascienden lo que se muestra en pantalla, invitando a los espectadores a una experiencia visual y emocional única. Viola es sobrevivido por su esposa, Kira Perov, quien ha sido la directora ejecutiva de su estudio desde 1978, y sus dos hijos. A lo largo de los años, Kira fue una colaboradora vital, planificando, fotografiando y catalogando su trabajo. Juntos, exploraron preguntas fundamentales sobre la existencia, la vida y la muerte. El legado de Bill Viola perdura como un artista que amplió el contenido emocional y estético del videoarte, utilizando la tecnología moderna para evocar las emociones más antiguas y profundas de la humanidad. Su obra invita a los espectadores a contemplar y reflexionar sobre los grandes temas de la vida, dejando una marca indeleble en el mundo del arte contemporáneo.