Si hay una figura en la cultura francesa que despierta todo tipo de reacciones es la del escritor Michel Houellebecq (Francia, 1958). Bueno, no solo escritor de novelas, ensayos y poesía, sino fotógrafo, pintor, (esta dentro de los artistas representado por la galería Air de Paris, de excelente reputación), cantante (grabó con el músico Bertrand Burgalat un disco) y hasta actor de cine (ha estrenado en Francia Saint Amour, con Gérard Depardieu, después de rodar dos películas más) e incluso cineasta (en 2006, dirigió una fallida película), y de hecho participa en la Manifesta de Zurich con un happening. Dicho todo esto el autor de Sumisión es uno de los protagonistas del verano artístico de París con la exposición To Stay Alive en el Palais de Tokyo, uno de los espacios emblemáticos de la ciudad. Esta exposición no es tanto una muestra sobre el autor como una muestra hecha por el autor, en la que da rienda suelta a su enorme y a veces patético egocentrismo. Si bien es cierto que él siempre ha estado cerca del mundo de las artes visuales, muy especialmente el cine y la fotografía, ha estructurado la muestra como algo muy personal, dando rienda suelta a sus obsesiones, a sus odios y a sus amores. En esta exposición reúne desde un epitafio a Clemènt, su perro ya fallecido (el ser vivo al que más ha querido según sus propias palabras), reuniendo en una instalación todos los juguetes que conserva de él, ha reunido a varios de sus amigos que le acompañan con sus trabajos, como Iggy Pop (que pone música a la parte dedicada a Clemènt) o a Robert Combas que aporta algunos de sus lienzos, entre otros amigos artistas de diversos géneros y lenguajes.
Hay que aclarar que se trata de fotografías sin el menor interés artístico al margen de que las ha tomado el escritor y de que se exponen en el Palais de Tokyo
La parte más destacada de la muestra, comisariada por Jean de Loisy, son las fotografías que Houellebecq toma sistemáticamente en sus viajes (datadas en las últimas dos décadas) y que le sirven de acompañamiento e inspiración para la escritura de sus novelas, entre ellas una abundante presencia, entre ellas una abundante presencia de imágenes de sus viajes por España. Hay que aclarar que se trata de fotografías sin el menor interés artístico al margen de que las ha tomado el escritor y de que se exponen en el Palais de Tokyo, anodinas y tristes, una muestra evidente de su desencanto vital que se desarrolla en 18 salas con todo detalle expositivo y la cuidadosa puesta en escena mas propia de una muestra de arte que de una aproximación a un biopic multiforme. La “obra” del escritor nos sumerge en una visión triste y postapocalíptica del mundo, muy en consonancia con sus escritos, en los que la raza humana no le merece una gran consideración, el consumos y devastación son el paisaje común. Más allá del interés que despertaron sus opiniones estéticas y sobre el mundo del arte actual en su novela El mapa y el territorio la exposición es un canto a su vida privada, una muestra construida entre el autobombo y la mitomanía que se puede relacionar con la que hace poco se le realizaba en el MoMa a la cantante Bjorn. Entre las “curiosidades” de la exposición destacar que, al parecer Houellebecq durmió en un sillón en medio de su exposición una noche antes de la inauguración para dar los últimos detalles y sentir como iba a quedar todo finalmente, algo que no se suele consentir ni a artistas ni a comisarios habitualmente.
(To Stay Alive, Michel Houellebecq, Palais de Tokyo, Paris, hasta el 11 de septiembre del 2016)